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El tema de conversación ayer en Trubia era que el moldavo Igor Postolache, presunto asesino de Erika Yunga, la niña de 14 años apuñalada hasta la muerte el pasado martes en su edificio de Vallobín, vivió en la localidad hasta que se mudó al inmueble ... donde, según las pruebas, cometió el brutal asesinato. Fue hace tres semanas cuando metió sus cosas en una furgoneta de color verde con destino al oeste de Oviedo. Así dejó su domicilio en el número 37 de Soto de Trubia, un piso propiedad de su familia.
En él vivió junto a sus padres y su hermana, una familia que llegó a Trubia cuando Igor era adolescente. Lo escolarizaron en el instituto de la zona y en clase era «una persona muy esquiva». «Los profesores nos pedían al resto de alumnos que estuviéramos con él, pero se apartaba», comentaba ayer una compañera que no salía del asombro de lo ocurrido esta semana.
La familia residió unida en el piso de Soto de Trubia hasta hace unos años. Su madre, según sus vecinos, se mudó a otra vivienda en la localidad cañonera, y él se quedó solo en el piso de Soto de Trubia. «Era muy raro, no hablaba y solo compraba latas de atún en el supermercado; la última vez que lo vimos fue hace un mes», según apuntaban ayer quienes le conocían, muy consternados por el atroz crimen de la niña Erika.
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«Estuve durante años viviendo con un asesino enfrente de mi casa», decía conmocionada ayer una de sus vecinas, quien coincidió en que el presunto asesino «no se relacionaba» con la gente de la localidad. «Me crucé con él varias veces por la pasarela -la que une el barrio con el resto de la villa cañonera- cuando él iba a coger el autobús. Solo me dijo una vez algo que no llegué a entender», señaló; mientras que otra residente del edificio agregó que era una persona «muy callada», aunque «no dio problemas y jamás hubo una palabra rara».
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A. A. / R. F. / C. D. N.
DANIEL CASTAÑO
R. AGUDÍN / C. DEL NERO / S. NEIRA
COVADONGA DEL NERO
La mayoría de los trubiecos recuerdan a Igor Postolache caminando por las calles del barrio para ir a coger el autobús de TUA a la parada de la Iglesia -donde la fábrica de armas- con destino Oviedo. Otras vez, caminaba por la localidad acompañado de su perro. «La última vez que lo vimos fue hace un mes o así», detallaron los clientes de un establecimiento hostelero, mientras otros se echaban las manos a la cabeza: «Estamos rodeado de psicópatas en el pueblo». Algunos trubiecos, incluso, conocen a los padres de Erika.
Igor Postolache, el moldavo de 32 años detenido por el presunto asesinato de Erika Yunga, la niña de 14 años a la que, supuestamente, acuchilló hasta la muerte en su apartamento de la calle Vázquez de Mella, en el barrio ovetense de Vallobín, ya fue condenado en 2020 por coaccionar a una joven en un autobús de la línea L2, que une Oviedo con Soto de Trubia, y en medio de la calle Uría.
Los hechos, según la sentencia, ocurrieron en agosto de 2019 cuando el presunto asesino se dirigió a la chica en pleno trayecto del bus y comenzó a hablarle. Ella no sabía lo que le decía porque llevaba unos auriculares puestos y cuando se los quitó, él «continuó hablando de manera poco clara». La cosa no se quedó ahí. «La agarró de la mano y tiró de ella, logrando la denunciante zafarse», según la sentencia.
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Un mes después se lo volvieron a encontrar. Esta vez en la parada del bus de la calle Uría cuando cuando Igor, «nada más verla, se dirigió hacia ella» para pedirle su número de teléfono. Antes esto, la joven «acudió a un grupo de chicos que se encontraba allí a decirles lo que pasaba». Estos actuaron y lograron que el presunto asesino «se fuera de allí» e instaron a la chica a «cambiar de hora y ruta de autobús para no coincidir con él».
Es por ello que el Juzgado de Instrucción número 2 le condenó al pago de una multa de 480 euros -una cuota diaria de ocho euros durante dos meses- por un delito leve de coacciones. Una sentencia que recurrió la Sección Tercera de la Audiencia Provincial, con lo que logró que se la rebajasen a apenas 240 euros.
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