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Venga, aceptémoslo: pensemos que el AVE -o la variante o lo que sea que inauguremos hoy- va a acabar con nuestro aislamiento secular. Es decir, ... con el suyo; el de Castilla, que a nosotros lo que siempre nos comunicó con el mundo ilustrado fue el mar. Pero da igual, no nos despistemos: Madrid va a quedar a tres horas y media, nuestro presidente dice que nos lo tenemos que creer y no hay razón alguna para desconfiar. Y ya puestos a empezar una nueva era en nuestro pequeño y verde país, déjenme compartir con ustedes media docena de cuestiones que pueden ayudar a redondearla. Aunque, para no aburrirles, se las resumo ya en dos conclusiones: autoconciencia y autoestima; ser y querer.
La primera de las seis reflexiones es que deberíamos discutir menos y hacer más. Aprovechar mejor las circunstancias que nos rodean. Y les pongo un ejemplo: somos un Principado. Nos guste más, o nos guste menos, eso es lo que somos, uno de los seis principados que hay en Europa; igual que Noreña es un Condado, el asturiano es un idioma y otro día, si eso, les cuento lo que soy yo. No nos empeñemos en ignorarlo, porque... ¿Cuántos de ustedes saben desde cuándo somos un Principado? ¿Y por qué lo somos? ¿Y cuáles son los otros cinco que hay en Europa?
Segunda cuestión: nuestro pasado lo contamos nosotros. Dejémonos de comprar cuentos sobre si somos la madre, o la semilla, o el faro que ilumina no sé qué y centrémonos en las evidencias históricas, científicas y literarias. O dicho de otra manera: las novelas de Covadonga las tenemos que escribir nosotros. Y las del Obispo Pelayo, y las de Gonzalo Peláez, y las del 25 de mayo, y... ¿O es que ustedes no saben de quién estoy hablando? Pues perfecto: me están dando la razón.
Tercera cuestión: sin las dos piernas estamos cojos. Y llevamos cuarenta años gobernados por la izquierda y con una derecha incapaz. De gobernar, digo. Y, vale, nada que objetar: es lo que votamos, pero o lo solucionamos o vamos a seguir mal. Y aquí no vale inhibirse, porque una opción política depende, y mucho, de los que no la votan, de los indecisos y de los que se oponen a ella. Así que menos bronca, menos dogma, menos crítica y más propuestas y apoyos y acuerdos en positivo. O, dicho de otra manera, menos ladrillos y más cemento.
Cuarta cuestión: somos subnormales -y ya me perdonarán- por no tener oficialidad. Quiero decir que, voluntariamente, seguimos situados por debajo de la norma y eso nos hace perder dinero, respeto y peso político. Y aparte de que no están los tiempos para perder cosas, es muy triste que sólo por tener miedo de nosotros mismos llevemos cuarenta años incumpliendo la Constitución y alimentando nuestro complejo de inferioridad.
Quinta cuestión: contemos de verdad con las mujeres. Es una obviedad, pero son más del cincuenta por ciento de nuestra sociedad (y de todas las del mundo) y parece que hacemos como que no cuentan. Por supuesto que debemos también contar con los hombres, pero eso es una obviedad y además ya lo hacemos. Equilibrio y futuro en femenino.
Sexta cuestión: emprender, emprender, emprender. Demos todos los rodeos que queramos, pero sin empresas ni hay paraíso, ni nada que hacer; ni servicios públicos ni trabajo para nuestros hijos. Seguimos formando muy buenos profesionales y muy pocos empresarios. Y luego nos preguntamos por qué los más preparados emigran y nuestro paro sigue sin reducirse.
Empezamos una nueva etapa y sólo de nosotros depende que sea para bien.
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