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El necio en su necedad

Acercaos a la entrada de un teatro, a una exposición de pintura, al concierto de un cuarteto de cuerda o a la puerta de un colegio: el número de hombres que acude es infinitamente inferior al de mujeres y pocos o ninguno va solo

Carlos Ranera

Martes, 11 de febrero 2025, 01:00

Hoy me voy a dirigir solo a los hombres. Se trata de unas confidencias entre nosotros porque ya saben que los trapos sucios se lavan en casa.

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Hola, chicos. Os voy a pedir que hagamos juntos un ejercicio muy sencillo. Acercaos a la entrada de ... un teatro donde se represente cualquier obra, a una exposición de pintura, al concierto de un cuarteto de cuerda o incluso a la puerta de un colegio. A continuación, paraos a calcular el porcentaje de hombres que acude a cada uno de estos sitios. Mirad si alguno de ellos acude solo. La conclusión os la puedo anticipar yo aquí: el número de hombres que acude es infinitamente inferior al de mujeres y pocos o ninguno acude solo.

Lamentablemente, desde que fuimos cazadores/recolectores hasta nuestros días evolucionamos despacio. En algunos casos, nada. Lamentablemente algunos de nuestros congéneres incluso hacen ostentación de su burrez y al resto nos hace gracia. Es frecuente entre los hombres desconocer las tallas de la ropa que usan, delegar en alguna de las mujeres de su entorno lo de hacer la maleta para ir a un viaje o no saber conjuntar adecuadamente los colores, máxime cuando afirman apenas diferenciar los colores del parchís.

En esta materia sería muy interesante escuchar la teoría de Darwin para explicar la evolución del sexo masculino de nuestra especie por la selección natural. Ojo al dato: cada uno de nosotros fue el espermatozoide más rápido y todos somos fruto de la evolución por la selección natural. Imaginen cómo hubiese sido el resultado con el espermatozoide más lento y sin selección.

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Continuemos en modo científico analizando la situación. Estos días estamos en los últimos coletazos de las rebajas y, si se acercan a alguna de las calles comerciales de nuestro país, encontrarán las tiendas llenas de señoras y las puertas llenas de señores. Siempre pensé que las argollas en las entradas de las tiendas con el mensaje 'yo espero aquí' iban destinadas a las mascotas, pero no, se trata del aparcamaridos.

Lo mismo ocurre en las grandes superficies. Un buen número de amantes esposos esperan en el coche a que sus parejas terminen de hacer esas cosas que hacen las mujeres yendo de compras. Aunque las compras sean de alimentos para toda la familia o para vestir al que espera en la puerta.

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Es probable que se haya extendido el rumor infundado de que entrando en tiendas, teatros o salas de exposiciones se produzcan pérdidas en la zona inguinal. Señores, les voy a dar una buena noticia: es rotundamente falso. Pierdan cuidado. He realizado un pormenorizado estudio entre hombres que acuden a estos sitios y el 100% me ha contestado lo mismo; no solo no se produce ninguna merma física, sino que además se produce un relevante crecimiento intelectual. Se gana en amplitud de miras, en temas de conservación, en sensibilidad personal y en empatía hacia la otra mitad de la población.

Por tanto, a modo de resumen, es muy interesante descubrir que hay vida más allá del fútbol. Háganme caso y prueben. Lo digo por esa rara especie que todavía pasea con el pinganillo en la oreja, oyendo el partido y con la señora agarrada del brazo, pero sin intercambiar ni una frase en la hora de paseo. Ella observa a la gente que se cruza, piensa y se le ocurren mil temas de conversación para el próximo encuentro con sus amigas. Si me hacen caso, observarán que poco a poco cuando vayan a comer o cenar con amigos no será necesario que las mesas se organicen por sexo y podremos empezar a ordenarlas por otros motivos menos básicos.

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