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El escándalo de los trenes que no caben por los túneles origina respuestas distintas, según autonomíasEl martes 24 de enero los lectores de EL COMERCIO desayunaron con este titular: 'Feve, sin recibir los trenes que encargó hace tres años por un error en sus dimensiones'. La noticia, firmada por Ramón Muñiz, daba cuenta de un pedido de 31 unidades de ancho métrico, cifrado en 196,5 millones, que iría destinado, en parte, a renovar la flota asturiana de la antigua Feve. La producción correspondía a CAF, la decimonónica factoría de Beasain (Guipúzcoa), especializada en fabricar vagones de carga. Del pedido, realizado en junio de 2020, no se sabía nada porque Renfe había dado mal las dimensiones de los vagones y no cabían por los túneles de Feve. Toda una exclusiva.
Esa mañana llegaba a Oviedo, Isabel Pardo de Vera, secretaria de Estado del Ministerio de Transportes y expresidente de Adif (gestor de las infraestructuras ferroviarias). Venía a pedir perdón por el retraso de la variante de Pajares y dar todo tipo de explicaciones sobre túneles, deslizamientos e injerencias políticas.
La persona que más sabe de trenes en España visitaba la capital del Principado y se ponía a disposición de políticos, sindicalistas y empresarios para hablar de los compromisos del Ministerio de Transportes con Asturias.
No consta que en las distintas reuniones algún notable asturiano levantara la mano para preguntarle por el fallido pedido de trenes. Se ve que no les incumbía. Posteriormente, una periodista de audiovisual tomó la palabra: «muy bien lo que usted dice, pero aquí hay un periódico con el que nos hemos desayunado que dice que los trenes de Feve no entran por los túneles». Pardo de Vera ensayó una ligera explicación y solo entró en el tema cuando le volvió a preguntar EL COMERCIO.
Tras un leve batiburrillo con Adif, Renfe y la Agencia Estatal de Seguridad Ferroviaria, lanzó un mensaje de tranquilidad a los asturianos: «es una prioridad absoluta», se manejan plazos de «dos o tres años para sacar el material. Vamos a estar encima del proceso, estas cosas se siguen o se destensan». Cuando un alto responsable ministerial da un plazo de dos o tres años para un equipamiento en Asturias, nunca son menos de cuatro y casi siempre son cinco o más. Qué bien marcha el Plan de Cercanías 2017-2025 y las actuaciones anexas.
Todo indica que Adif y Renfe se pusieron a trabajar de sastres y dejaron al novio sin poder sacar las manos por las mangas. Un fracaso absoluto que no mereció una palabra por parte de la clase política asturiana. Los días siguientes (25, 26, 27, 28, etcétera) hablaron de cualquier cosa menos de los trenes que no cabían por los túneles. Ni el Principado dijo nada, ni la oposición encontró motivo para la crítica, aunque sí discursearon sobre iniciativas ilusionantes e intercambiaron invectivas. Para eso nuestros líderes no necesitan cursillos de capacitación.
El jueves día 2, El Diario Montañés, el rotativo de Vocento en Cantabria, informaba del fracaso de los veintiún trenes que tenía el Ministerio de Transportes comprometidos con Cantabria, aquejados del mismo mal que los proyectados para Asturias. Sin más dilaciones, el presidente Miguel Ángel Revilla calificó el asunto de «chapuza inexplicable» que no es propia de «un gobierno medianamente serio». Y exigió dimisiones.
El secretario de Estado de Infraestructuras, Javier Flores, pidió disculpas. Como los políticos son incorregibles, este señor vino a decir que estábamos de enhorabuena porque no se fabricaron los trenes, que eso sí hubiera sido un mal irremediable. Se tomaron mal las medidas y se pierden cuatro años, vale, pero al menos no se gastó el dinero en chapa. Posteriormente, la ministra, Raquel Sánchez, con la cara desencajada, prometió que rodarían cabezas en Renfe y Adif.
Vayamos a la digestión del encargo fallido. En Asturias, agachamos la cabeza. Llega la número dos del Ministerio de Transportes a Oviedo cuando salta la noticia, y no hay un político, empresario o sindicalista que sea capaz de armarse de valor y pedirle explicaciones. Hace un alegato infumable sobre la variante de Pajares, cargando sobre el PP la culpa de todos los retrasos, y guardando silencio sobre el escándalo de los trenes y nadie le pregunta nada. Todo el mundo se da por satisfecho.
A nuestro costado, una región como Cantabria, donde la clase política se mueve en unas coordenadas más normales, el presidente de la comunidad autónoma responde airado al fracaso de los trenes y el Gobierno de España mueve pieza instantáneamente.
Si se observa con detenimiento, lo más llamativo de este asunto es que todo el arco político respondió de la misma manera. Nadie le da importancia a semejante desastre. La apatía, la falta de compromiso con el territorio, la incapacidad para defender los intereses de la región es el denominador común desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha.
A la luz de este caso, se entiende que la variante de Pajares lleve 19 años en modo construcción. Y lo que faltará. Los gobiernos asturianos hacen la ola a las mentiras de los gobiernos centrales y las oposiciones utilizan los baches de las carreteras como autopista para llegar al poder.
Aquí lo que les va a los actores políticos es el teatrillo de las elecciones. Y la gente acepta la dieta romana de pan y circo: la primera cultura asistencial de la historia. Olvidémonos de trenes que ahí llegan los 262 millones de euros del Fondo de la Transición Justa. Habrá para todos.
Más información: Cronología del fiasco de los trenes de Feve.
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