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La bicicleta es el medio de transporte urbano más saludable y también uno de los preferidos sobre todo en las ciudades gracias a la proliferación de los carriles bici, las apps para alquilar bicicletas o incluso la mejora que han supuesto las ... bicicletas eléctricas, que han ayudado a acortar los tiempos en los trayectos y también a facilitarlos. Un medio de transporte limpio, individual y seguro que además ahora en plena pandemia ha pasado a convertirse en el gran favorito. Pero lo cierto es que este medio de transporte también tiene sus contras sobre todo en las grandes ciudades, donde el exceso de tráfico, el mal acondicionamiento de algunos carriles bici y la contaminación pueden incluso convertir los trayectos en algo peligroso. Este último aspecto es contra el que la rueda Rolloe se ha propuesto luchar.
Esta rueda no solo limpia el rastro de contaminación que emite la bici, que en una bicicleta normal es tan solo de unos 21 gramos de carbono por kilómetro correspondientes la fabricación de la bicicleta y las calorías que quema un ciclista al pedalear ese kilómetro, sino que también es capaz de eliminar el resto de dióxido de carbono que la rodea simplemente con girar, actuando así contra las partículas contaminantes que se encuentren en suspensión, así como con los gases que desprenden el resto de vehículos.
Kristen Tappin, una estudiante de la Universidad South Bank University, ha sido la que ha ideado este novedoso dispositivo bautizado como Rolloe, que cuenta con un sistema realmente sencillo compuesto por una especie de turbina que se ancla a la rueda delantera de la bicicleta y que absorbe el aire a su alrededor según explican en su página web.
A través de una hélice se consigue introducir ese aire dentro del sistema según vaya girando la rueda y este aire a su vez irá pasando por los diferentes filtros instalados dentro del invento. Un total de tres filtros formados por una esponja lavable y biodegradable que atrapa las partículas en suspensión más grandes, también por un filtro HEPA lavable que ayuda a eliminar el polen y las partículas PM 2.5 provenientes de los tubos de escape de los coches, así como del desgaste de los frenos y los neumáticos y por último un filtro de carbón activo que se encarga de atrapar las moléculas gaseosas.
Un sistema ideado también para que sea lo más ligero y cómodo posible, de hecho este supera por poco el kilogramo de peso y cuenta con unas dimensiones de 600 x 600 x 60 milímetros.
Otra de las claves de invento es el escaso mantenimiento que requiere y es que según su creadora el sistema está pensado para ser instalado en las flotas de bicicletas de las ciudades. De esta forma, se puede medir convenientemente la distancia que se ha recorrido con la bicicleta para calcular cuánto le queda de vida útil al filtro. Una vez se aproxime al cambio, los trabajadores del servicio de bicicletas necesitarán muy poco tiempo para cambiarlo.
En el caso de tratarse de clientes individuales, Tappin planea desarrollar una aplicación que mida la distancia recorrida a través de la ubicación de los smartphones e informar al usuario sobre cuándo debe cambiar y lavar los filtros.
Según los cálculos que se publican en la web de Rolloe, teniendo en cuenta los datos de uso del servicio de alquiler de bicicletas en Londres en 2018, los más de 136.000 kilómetros que se recorren en un día servirían para filtrar unos 79.865 metros cúbicos.
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