Dicen que lo bueno se hace esperar y el de este año fue, precisamente, el Gordo que más se hizo de rogar de la historia. Tardó mucho en llegar, pero cuando lo hizo salpicó de euforia una larga lista de rincones de España. Y afortunadamente, entre ellos, se encontraban dos administraciones de loterías de Gijón: la número 30, en El Corte Inglés, y la número 5, en la calle Palacio Valdés 9, en plena acerona.
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En este último lugar, Borja Muñiz, presidente de la Agrupación Nacional Administradores de Lotería, aseguraba que era «un día espectacular», después de haber vendido cuatro quintos y un décimo del primer premio. «Es algo que creo -y casi aseguro- no había ocurrido nunca antes en Asturias», presumía, convencido de que «hoy habrá por ahí un cliente encantado y feliz», que nunca se va a olvidar de este establecimiento. «Seguramente nos lo compró por ventanilla alguien que pasó y, por el número que es (88008), tiene pinta de que fue al azar porque no es un número, aparentemente, bonito».
Igualmente, para ellos es un inmenso éxito porque «de trece premios que hay, cinco cayeron aquí» y esa es la recompensa que los impulsa a esforzarse «todo al año», decían. «Trabajamos para conseguir esto, para conseguir repartir premios», afirmaba, antes de enorgullecerse de sus esfuerzos. «Este año hicimos una estrategia muy clara. Nos basamos más en la variedad y la variedad ha dado sus frutos», aclaraba.
Frutos que también disfrutaron Gonzalo y Alberto García, de la Administración número 30. Ellos, hasta el último momento, pensaban que este año se iban de vacío, pero no fue así. «Como el Gordo fue muy tardío y no habíamos dado ningún premio, estábamos encomendados a este último y, cuando lo escuchamos, nos sonaba mucho», confesaban. Comprobaron la lista de lugares agraciados y allí se encontraron y, por eso, estaban «muy contentos». Porque, por muy acostumbrados que estén a repartir suerte, «dar un primer premio de Navidad es muy especial».
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Y eso que ellos esa emoción ya la habían sentido en 2001, cuando dieron un tercero, «pero este año que cumplimos veinticinco años es un regalo estupendo para nosotros pero, sobre todo, para el que se lo llevó». Estará eufórico con sus 400.000 euros y muy felices estarán también quienes ayer se hicieron con un quinto. En el Estanco número 21 de Gijón, Jaime Cervera vendió tres décimos de un quinto que estaba seguro de que serían «un pellizquín muy guapo» para los agraciados. Y uno más, cuatro décimos, se vendieron en un establecimiento mixto de la calle Gran Capitán de La Calzada, donde Aylín Torres tenía ganas de más y reivindicaba que «el billete azul -ese que venden los terminales electrónicos- también toca». Sobran las pruebas.
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