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Los israelíes salieron por decimotercera semana consecutiva a las calles para protestar contra la reforma de la Justicia ideada por el Gobierno de Benjamín Netanyahu. Decenas de miles de personas tomaron este sábado las principales ciudades del país y Tel Aviv volvió a ser el ... epicentro de unas movilizaciones que la pausa en la reforma anunciada por el primer ministro no logra calmar. Los organizadores de las protestas pidieron a los ciudadanos un esfuerzo extra y desconfiar de la negociación propuesta por el Gobierno porque «es el momento más crítico desde la fundación del Estado. Como en Polonia, ellos solo buscan ganar tiempo para reorganizarse en su camino para pisotear la democracia».
El ingenio de parte de los manifestantes se dirigió esta vez a criticar la nueva Guardia Nacional que Netanyahu ha otorgado a su ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, y varios grupos desfilaron en Tel Aviv disfrazados de milicianos al ritmo de la Marcha Imperial de la Guerra de las Galaxias.
La presión social, la división en el Ejército y la huelga general convocada por el principal sindicato del país llevaron a Benjamín Netanyahu a aceptar esta semana una pausa de un mes en su plan de reformar la Justicia para someterla al control del Gobierno. Esta suspensión, sin embargo, no ha calmado los ánimos y siguen las movilizaciones masivas contra el Ejecutivo ya que los manifestantes no confían en la palabra del primer ministro.
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Netanyahu ha logrado unir en las calles a grupos de israelíes de mundos diversos, desde partidos políticos de la oposición a movimientos sociales, colectivos de veteranos del Ejército o jóvenes vinculados al mundo de las 'startups'. La lucha contra la reforma de la Justicia es el punto de unión para salir cada semana a las calles y protestar.
Los grandes ausentes son los árabes israelíes, ese 20% de la población del país que se siente de segunda clase y ve que no hay espacio para ellos ni para el conflicto palestino entre la lista de demandas. Como ellos, los otros palestinos, los que viven al otro lado del muro en los territorios ocupados, también parecen olvidados, aunque poco a poco se escuchan más eslóganes como «¿Dónde estabais en Huwara?» Esta es la pregunta de los manifestantes a la Policía cada vez que se produce una carga. Una pregunta para recordar a las fuerzas de seguridad que permitieron en febrero a los colonos tomarse la justicia por su mano y vengar a dos de los suyos matando a un palestino y quemando decenas de vehículos y viviendas.
El Frente Rosa es uno de los grupos más visibles debido a su indumentaria rosada. Todo empezó hace tres años como una respuesta de los artistas del país a los excesos de Netanyahu. Cada semana acudían a las movilizaciones de Balfour -residencia del primer ministro en Jerusalén- para pedir la salida del poder del jefe de Gobierno y preparaban 'performances' como forma de protesta no violenta.
Realizan reuniones semanales vía 'zoom' con el resto de grupos para coordinar las acciones. El Frente Rosa está presente en las principales ciudades y lucha por «un Israel liberal e igualitario», apunta Saguy, preocupada por el «incremento de la violencia de los grupos de ultraderecha y de la Policía contra nosotros».
Una de las imágenes que mejor simbolizan esta oleada de protestas es la irrupción de grupos de mujeres marchando en silencio, con capas rojas y gorros de color blanco, emulando la novela 'El cuento de la criada', de Margaret Atwood, que también tiene su versión televisiva. Detrás de la idea está el grupo de defensa de los derechos de la mujer Bonot Alternativa, fundado por Moran Zer Katzenstein tras una violación grupal sufrida por una adolescente en Eilat en 2020. El objetivo es «marcar una línea roja. Las mujeres vamos a ser las primeras en ser dañadas», declara Katzenstein a la agencia AP.
La novela de Atwood, quien ha aplaudido la iniciativa de estas mujeres israelíes, discurre en una sociedad patriarcal futurista donde las sirvientas con túnicas son esclavizadas y se ven obligadas a tener hijos para los líderes. Todo un mensaje desde Tel Aviv a los aliados ultraortodoxos de Netanyahu en el Gobierno, que no permiten la presencia de mujeres en sus partidos.
El Movimiento por un Gobierno de Calidad (MGQ), con más de 30 años de historia y 65.000 afiliados, se caracteriza porque lo forman abogados, bajo la dirección de Eliad Shraga, un veterano a quien siempre se le encuentra en primera línea de las movilizaciones. Este abogado hizo pública una lista con diez precondiciones antes de comenzar la negociación entre el Gobierno y la oposición, entre ellas la necesidad de adoptar una Constitución basada en «el espíritu» de la Declaración de Independencia, y la aprobación de una declaración para garantizar la igualdad «en derechos y obligaciones». Desde MGQ desconfían del diálogo ofrecido por Netanyahu ya que este se desarrolla al mismo tiempo que el Ejecutivo sigue adelante con el proceso legislativo para el proceso de reforma.
Shraga exige «una clara separación de poderes» y un sistema de controles y equilibrios, un comité de selección judicial independiente que no esté controlado por políticos, mecanismos para evitar que alguien enjuiciado o condenado por delitos graves sirva en el Gobierno y el rechazo a cualquier ampliación de autoridad de los tribunales rabínicos estatales. Esta lista se encuentra en las antípodas del camino tomado por un gabinete en manos de ultranacionalistas sionistas y ultraortodoxos.
Eyal Nave, afiliado de Hermanos de Armas, es un veterano de la unidad de las fuerzas especiales Sayeret Metkal que se ha convertido en el rostro de los reservistas que han decidido no cumplir con su servicio en señal de protesta. Nave declaró ante los medios que «decenas de miles de reservistas han firmado la carta pública de Hermanos de Armas al Gobierno para decirle que no cumplirán su servicio si lleva a cabo su reforma judicial». Entre los firmantes hay «pilotos, oficiales de inteligencia, unidades de combate de élite, unidades de artillería, unidades de tanques y otras».
La decisión de Netanyahu de relevar de su puesto al ministro de Defensa, Yoav Gallant, por pedirle la suspensión de la reforma fue la chispa que encendió las calles y también los cuarteles, divididos entre el apoyo y el rechazo a la reforma judicial. Poco después, el propio primer ministro aceptó esa suspensión y ahora Gallant sigue ejerciendo de responsable de Defensa. Su cese no se ha hecho efectivo.
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