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El del agua era un tema que a los gijoneses de carne y hueso les preocupaba mucho más que «la cuestión de Palestina, el veto ... a los votos de Rusia en la ONU (...) y la situación en Java, país idílico considerado como poco menos que un paraíso terrenal en otro tiempo». Mucho kilometraje para profundizar en esas historias que poco salpicaban a los gijoneses, que apenas si podían hacer lo propio, verbigracia, con el agua corriente. Porque esta no alcanzaba para cubrir las necesidades de la ciudad. «¡La Fuentona de los Arrudos!», dijimos hace hoy 75 años. «Tal nombre ya suena en sí a abundancia. Hay quien ante ese nombre de Fuentona, aumentativo magnífico de una cosa ardientememte deseada, siente llenársele la boca de agua».
Y no era para menos, porque acababa de firmarse el expediente para su traída a Gijón y porque, además, este no era «precisamente largo, farragoso y estéril como algunos que conocemos». Las obras principales estaban ya terminadas, a pesar de lo cual el agua «no vino antes del mes de agosto, como se deseaba y esperaba. Pero si cierto recurso que se va a esgrimir no falla, acaso en brevísimo término que escasamente se puede contar ya por semanas, llegue aquí esa agua».
La de Llantones venía a sustituir a traídas anteriores tan festejadas en su día como la de «allá por agosto de 1889, o (...) con menos ruido, (...) en diciembre de 1930, cuando entraba en Gijón el agua de Nava, siendo alcalde don Claudio Vereterra». Ahora cristalizaba, por fin. el proyecto de traer el agua desde los Arrudos, algo a lo que llevaba dándosele vueltas 12 años. Pero el caso era que, entre tanto y entre que no. los gijoneses seguíamos sin agua en las casas. O muy escasa. «Hay que saber repartirse cristianamente lo poco que hay», dijimos. «Los de los pisos bajos deben cumplir exactamente las instrucciones que se dieron hace unos días para que el agua pueda subir, siquiera, un par de horas a los pisos altos. Hay que desechar ese egoísmo de estar llenando las bañeras (...) Para los egoístas que se nieguen a hacer tal cosa, ¿no habría medio de organizar un servicio de denuncias?». Economía, ya lo ven, de (pos)guerra.
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