Jóvenes bebiendo en las escaleras de la playa de Poniente la pasada noche de los Fuegos. CAROLINA SANTOS

Los problemas de convivencia persisten en zonas de ocio tras cinco años de ordenanza

Los vecinos reclaman más implicación de los hosteleros y advierten del aumento de orines y pintadas en propiedades privadas

IVÁN VILLAR

GIJÓN.

Jueves, 23 de agosto 2018, 03:31

El viernes 23 de agosto de 2013, hace exactamente cinco años, la Policía Local cerró con vallas el acceso a las escaleras de la plaza de Arturo Arias, en Cimavilla, para evitar la concentración de jóvenes practicando botellón, algo que se había convertido en una imagen habitual de la zona. Finalizadas ya las principales citas festivas del verano, esta actuación se convertía en la primera aplicación efectiva de la ordenanza de convivencia ciudadana, que había entrado en vigor casi tres meses antes. Esa noche se pusieron también las primeras multas por consumo de alcohol en la vía pública.

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«Entonces hubo una absoluta toma del barrio por parte de la Policía, que lo precintó todo durante tres fines de semana y casi tenía a la mitad de su plantilla en Cimavilla», recuerda el presidente de la asociación de vecinos Gigia, Sergio Álvarez. Añade, no obstante, que los mismos problemas que los vecinos denunciaban hace un lustro aún siguen a la orden del día. «Se erradicaron los macrobotellones en la plaza del Lavaderu, que quizás era lo de más magnitud. Pero sigue habiendo grandes concentraciones de gente en la calle, que generan problemas de ruido y suciedad independientemente de dónde compren la bebida. Aunque los que están en la zona del Muelle no parece que la traigan de los supermercados».

Apunta a lugares concretos como la zona de parque situada sobre el aparcamiento del cerro, la calle Claudio Alvargonzález y la plazoleta de la calle Rosario junto a la Casa de Nava. «Los bares tienen que controlar a sus clientes, pero también el Ayuntamiento debe hacer algo, porque la Policía brilla por su ausencia. No sirve de nada que suba por donde el Club de Regatas y baje por el Muelle si no va por donde la gente está concentrada». Más allá del control policial, no obstante, Álvarez cree que la solución «es la concienciación, algo en lo que no se está trabajando».

A los ruidos y la suciedad que genera la mera concentración de gente en la vía pública -«aunque no sea con los niveles que había en el Lavaderu, residuos y cristales siguen quedando»- suma como principal preocupación «las meadas incluso en la misma puerta de tu casa. Hay calles de Cimavilla que se han convertido en auténticos meaderos, porque es más cómodo que entrar al aseo del bar». Advierte además de que «algunos problemas se han agravado» en estos cinco años de aplicación de la ordenanza de convivencia, como por ejemplo el de las pintadas, «que van a más». Señala que si antes los grafitis se limitaban a muros o fachadas deterioradas, «ahora no respetan ni las puertas de los domicilios ni los escaparates de los comercios. No sé si la Policía pone multas o no, pero sí que los vecinos pintan el portón de su garaje y a la semana ya está lleno de grafitis».

Marqués de San Esteban

Maite Martín, presidenta de la asociación de vecinos Jovellanos de la zona centro, apunta que en su barrio «el foco de problemas sigue siendo Marqués de San Esteban, donde no se ha notado para nada la ordenanza de convivencia. Sigue habiendo altercados de mayor o menor intensidad, vandalismo, ruido y suciedad relacionada con el ocio nocturno. Los vecinos están hartos». Apunta por ejemplo cómo es habitual «que la gente haga sus necesidades en los portales o en la entrada a los garajes».

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Cree que, si bien «no va a haber un Policía al lado de cada portal», sí sería conveniente «un poco más de presencia disuasoria». También considera necesario «que la hostelería se aplique un poco más. No entramos en lo que ocurra dentro de los locales, pero una vez que el problema se saca fuera son necesarias medidas que permitan conciliar el ocio con el descanso de los vecinos y con una normal convivencia».

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