La Gran Semanona deslumbró en su adiós

Se apagaron las luces de Gijón para dar comienzo a una rebosante Noche de los Fuegos. Los más de 1.200 kilos de material pirotécnico utilizados anoche dibujaron en el cielo de Gijón destellos hipnóticos, mágicos y apoteósicos.

La potencia y el ritmo volvieron a ser los protagonistas de un espectáculo dividido en tres grandes secuencias. La primera consistió en efectos de trueno y de color para introducir y llamar la atención de los miles de gijoneses y turistas que coparon el Muro, Poniente, el Cerro y el parque de La Providencia. La pleamar, prevista a la una de la madrugada, obligó a las multitudes a agolparse en el paseo, desde donde divisaron las pasadas del helicóptero de la Policía Nacional. La marea no acompañó, pero sí lo hicieron las nubes y el viento, siempre temidos, pero que permitieron que el espectáculo se desarrollara según las previsiones de Pirotecnia Zaragozana.

Pasados cinco minutos de la medianoche comenzó el culmen del espectáculo. Corazones, 'smiles', tréboles, espirales, pétalos, y las siempre aplaudidas palmeras, que este año, como novedad, llegaron a verse diez de gran tramaño y de manera simultánea sobre el cielo gijonés. También sobre la mar, que ofreció un reflejo magnético en San Lorenzo. Hasta 35 tonalidades iluminaron Gijón. No faltaron, por supuesto, las combinaciones rojiblancas. Hubo en esta segunda secuencia más de 2.000 estallidos. Ovación cerrada.

Y para la tercera y última secuencia, más ritmo y estruendo. Más de mil estallidos dibujaron espectaculares golpes de truenos con colores blancos, amarillos y dorados. Algunos necesitaron taparse los oídos para soportar el fragor pirotécnico. Todo terminó, como siempre, con un frenesí de pólvora y una merecida ovación.

Como es tradición, la Semana Grande echa el cierre con el baile de la danza prima hoy, a las 14 horas, en el Muro. La pleamar, a las 13.42, obligará a cumplir con el costumbrismo gijonés desde el paseo.

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