![Agentes de la Policía Local controlan con el dron a los vehículos que circulan por Somió, parroquia afectada por las carreras ilegales y la conducción temeraria.](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2023/10/22/88321534--758x531.jpg)
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Son jóvenes, gastan muchas veces más de lo que tienen en hacer de sus coches más potentes y vistosos. Juegan a ser Fernando Alonso o Ayrton Senna y han hecho de las cuatro ruedas sus modus vivendi. Eso sí, sin ser conscientes de que ponen en riesgo su propia vida y lo que es peor, la de los demás. Como la del chico al que le han tenido que amputar las piernas tras ser atropellado por uno de esos vehículos que participaba en una carrera ilegal en el polígono ovetense del Espíritu Santo. Asistía como espectador a una práctica que se ha convertido en un verdadero caballo de batalla para las fuerzas de seguridad.
La Policía Local y la Guardia Civil han reforzado en las últimas semanas la vigilancia en torno a estas concentraciones en el concejo de Gijón y lo han hecho con dispositivos de los que resulta muy complicado, por no decir imposible, evadirse: los drones de seguridad ciudadana. La semana pasada los agentes de la Policía Local interpusieron 45 denuncias a conductores en Somió por conducción temeraria y modificaciones en los vehículos. Los controles en la carretera de Somió estuvieron auxiliados por el dron, que ayer sábado volvió a sobrevolar la parroquia, mucho más tranquila que la semana anterior porque los participantes en esas quedadas se habían dado cita en la zona de Oriente.
Es una de sus particularidades. Se desplazan entre concejos en un intento de eludir a la Policía y también en busca de nuevos recintos en los que poner al límite sus máquinas, que pueden alcanzar hasta los 120.000 euros con todo tipo de extras, muchos de ellos sin homologar o que no se ajustan a la normativa: volantes de competición (sin airbag), suspensiones alteradas y asientos y tubos de escape. Por que lo que quieren es que se les vea. Y también que se les escuche.
«El dron es un apoyo crucial para este tipo de prácticas porque se pueden detectar conducciones temerarias, comprobar si hay algún vehículo que intenta eludir los controles y también dotar de seguridad a esos puntos de control», explica el intendente de la Policía Local Arturo Artime a EL COMERCIO, que ayer acompañó a la Policía Local en una de esas verificaciones en Somió. Pese a la poca afluencia de vehículos 'tuneados', el radar de la carretera Piles-Infanzón detectó en apenas una hora a casi una treintena de conductores que superaba los 50 kilómetros por hora permitidos. Uno circulaba a 92 kilómetros por hora.
La macroredada de la Guardia Civil en el área industrial de Somonte de hace dos fines de semana ha vuelto a poner de manifiesto un problema contra el que luchan: las concentraciones de vehículos y conductores dispuestos a batirse en duelo al volante para demostrar quién es más rápido y hábil al volante. En estas prácticas ilegales se cruza la velocidad, las apuestas económicas, las drogas, el alcohol y la falta de sentido común.
Las citas se concretan por internet y grupos de Whatsapp y eligen las tardes y noches de fines de semana y lugares un poco apartados que convierten en sus circuitos particulares. Además de la velocidad, las reuniones pivotan sobre las apuestas. No solo dinero. Se apuestan hasta los coches.
Ni los seis detenidos en Somonte por conducción temeraria ni la veintena de denunciados por conducir bajo los efectos del alcohol y las drogas (que acarrea no solo hasta dos años de cárcel, si no su bien más preciado, la retirada del carné de conducir) les mermaron las ganas de más. Una semana después se volvían a juntar en Somió, territorio comanche de estas prácticas, para desesperación de los vecinos. «Llevamos años sufriéndolo, se reúnen en el bar de la curva y son un riesgo, yo no me atrevo ni a pasar por esa carretera, doy un rodeo para evitarlos. Y a eso se suma que te despiertan por la noche haciendo pasadas», lamenta una vecina.
La mayoría de esos vehículos han sido modificados para instalarles volantes de competición, alerones, cambiar la suspensión y los neumáticos. 'Tuning', como se llama en el argot que emplean y que han convertido en código, en una especie de 'omertá' con la que intentan eludir los controles. Sin embargo, los rastros que dejan son muy evidentes, como las pintadas que hace tiempo lucía la carretera Piles-Infanzón y en la que se podía leer 'meta' o 'boxes'. No quieren pasar inadvertidos porque les gusta lucirse. Lo que quieren es evitar a la Policía. Algo que consiguen con cada vez menos frecuencia, por los continuos controles y por los drones, capaces de detectar uno de esos coches modificados a kilómetros de distancia.
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