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RAMÓN MUÑIZ
GIJÓN.
Domingo, 23 de agosto 2020, 00:12
El 28 de marzo de 2011 el ferrocarril dio, literalmente, un paso atrás en la ciudad. Entraba aquel día en El Humedal el último tren -un servicio Alvia procedente de Madrid- y le cogía el relevo la estación de Sanz Crespo. Entre el acceso ... de la primera y el de su sucesora mediaban 792 metros en línea recta, unos 94 más para el peatón. Para un caminante de mediana edad, son poco más de nueve minutos de paseo; para alguien que pase de los 65 años, cerca de doce. Feve temió una desbandada e invirtió 1.200 euros diarios en un autobús lanzadera que dejara a sus usuarios en la Gota de Leche. Terminó cancelándolo porque ni retenía a los usuarios ni conseguía llenar los autobuses gratuitos.
Aunque el principal golpe lo sufrió en esos meses, la pérdida de centralidad ha seguido causando estragos al ferrocarril, como evidencian los datos de Renfe por estaciones. Los últimos, del ejercicio 2018, sitúan en unos 2.175 los usuarios que cada día embarcan desde Sanz Crespo en trenes de cercanías, tanto de la extinta Feve como de la tradicional Renfe. En 2010, el último año completo de las viejas estaciones, El Humedal y Jovellanos eran lugar de salida de unos 3.250 clientes de cercanías. Es decir, la estación provisional capta un 33% menos de viajeros.
El dato tiene su contexto. Aunque la mudanza de estaciones se hizo con la gran depresión de 2008 ya manifestándose, la crisis y el desempleo siguieron ganando terreno y provocando que los asturianos renunciaran a parte de sus desplazamientos habituales. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), entre 2010 y 2018 los autobuses urbanos de la región perdieron un 11% de ocupación. Por su parte, la autopista AP-66 León-Campomanes, que funciona como indicador del tráfico, vio recortada su clientela en un 12% en el mismo periodo.
Es decir, la economía hizo que el coche y el autobús perdieran fuelle, pero el retroceso del ferrocarril en Gijón es tres veces mayor, lo que evidencia que además de la desaceleración, sufrió otro perjuicio: el de una mudanza cuyo perjuicio se ha prolongado. La caída de viajeros de cercanías era ya del 25,9% entre 2010 y 2012, en 2013 restó otro 11% y desde entonces, la evolución de Sanz Crespo ha sido negativa pero similar a la del resto de estaciones de la región. Solo se salva el 2018, con una recuperación del 22%, variación acusada que parece apuntar a un cambio en la forma de contar viajeros de Renfe.
El cambio de estación ha tenido efectos a largo plazo, pese a ser una mudanza con la que no se contaba. El estudio informativo de la supresión de la barrera ferroviaria de Gijón, sometido a consulta pública y que recibió la autorización del Ministerio de Medio Ambiente en 2006, no contemplaba la terminal. Desde El Humedal se iba a la estación intermodal de Moreda, sin situaciones intermedias. La idea de levantar una estación provisional surgió luego, como fórmula para agilizar la demolición de la vieja estación y la venta del suelo liberado.
Desde el Ayuntamiento se llegó a defender que sería una edificación desmontable; finalmente se encargó el diseño al arquitecto Jerónimo Junquera. El proyecto consideraba que la vida útil que tendría era de «un máximo de cinco años». El día de su estreno el secretario de Estado de Infraestructuras, Victor Morlán, dijo: «Se ponga como se ponga quien quiera ponerse así, Sanz Crespo es una estación provisional, de las típicas que hacemos por España».
Lleva nueve funcionanando y hoy la alcaldesa, Ana González, defiende de cara al plan de vías ejecutar en el costado del lado de Moreda una segunda estación, que durante años acogería los cercanías de ancho convencional y enlazaría con el metrotrén. Es decir, que para el ancho métrico (Feve) y largo recorrido seguiría estando Sanz Crespo, a la que le quedaría un largo porvenir de servicio por delante.
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