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CHELO TUYA
GIJÓN.
Lunes, 9 de julio 2018, 01:08
No ha cumplido aún los 45 años. Hasta hace cinco tenía trabajo, como lo tuvo desde la mayoría de edad. Disponía de vivienda, estaba casado y tenía hijos. Ellos son lo único que sigue teniendo, aunque ya no les ve. La crisis le dejó en ... el paro y tras consumir las prestaciones por desempleo se quedó en la calle. Literalmente.
Ese es el nuevo perfil de las personas que duermen al raso en Gijón. Se les puede ver en cajeros y soportales, «pero muchos están en 'chupanos', en infraviviendas. Han dado una patada en algún local que saben abandonado y duermen ahí». Así lo asegura Héctor Colunga, director de Mar de Niebla. La suya es una de las entidades integradas en la Red de Inclusión Activa, organismo puesto en marcha en 2010 por la Fundación Municipal de Servicios Sociales para luchar contra la pobreza. También están en la red el Albergue Covadonga, Proyecto Hombre, Siloé, Cáritas y, desde 2014, el Banco de Alimentos, Cruz Roja, Albéniz, ACCEM y Voluntariado Vicenciano.
Pero Colunga es además portavoz de la Red Asturiana contra la Pobreza (EAPN en sus siglas en inglés), que aglutina a todas las entidades sociales de la región.Desde esa posición alerta de que «se han incrementado los casos de personas que viven en la calle tras haber perdido su empleo». E insiste en que no se trata del perfil tradicional «de personas con problemas familiares y consumo. Estamos hablando de gente que, hasta hace poco tiempo, llevaba una vida de las que denominamos 'normalizadas'. Y que nunca pensó acabar viviendo en la calle».
No solo lo dice él. Desde la Cocina Económica, que gestiona el mayor comedor social de la ciudad y ofrece además diferentes alternativas residenciales, su presidente, Luis Torres, ya advirtió hace tiempo que a comer llegaban personas «que nunca pensaron verse en esa situación». Una percepción que también comparten en el Albergue Covadonga. Cristina Avella, directora del único dispositivo de alojamiento nocturno de la ciudad, señala que «están llegando más personas jóvenes». Asegura de hecho que, en solo un año, la ONG que dirige quintuplicó el número de usuarios con este perfil. «Pasamos de nueve en 2016 a 42 el año pasado. Y en lo que va de 2018, aunque aún no hemos revisado todas las cifras, la tendencia de crecimiento de las personas jóvenes va al alza».
A esta situación no llegan solo por la falta de empleo, «sino por los altos precios de los alquileres. Muchas de estas personas tienen algún recurso económico. Pequeño, pero tienen. Sin embargo, no logran encontrar una vivienda que se ajuste a sus necesidades», explica el director de Mar de Niebla. Con los pequeños ingresos, se refiere a algún tipo de pensión o, sobre todo, la mayoría, al salario social autonómico. Con ese dinero, «podrían hacer frente a una vivienda de 200 euros, pero el precio medio que estamos encontrando en Gijón no baja de los 400. Y a esa cifra no llegan».
No obstante, al margen de las dificultades económicas, Colunga tiene claro que, actualmente, «alquilar es imposible para estas personas». Porque los que para esquivar la falta de ingresos han aceptado compartir piso con personas en su misma situación, se encuentran «con que no les quieren alquilar». Y no tanto «porque sean de otro país o pertenezcan a una etnia concreta», apunta. Según explica, el problema es que «los propietarios no se fían de que les puedan pagar, ni de cómo les vayan a dejar los pisos. Es muy duro hacer trabajo de campo con estas personas, buscarles una vivienda y, cuando llegamos a ver el piso, notar que el dueño cambia de cara cuando conoce a su inquilino. Solo por su aspecto. Aunque nosotros le garanticemos que pagará el alquiler y no habrá desperfectos en la vivienda».
Colunga espera que el Ayuntamiento convoque a las entidades de la red de inclusión «para reorientar las políticas sociales y de vivienda». Sobre la mesa pondrá su propuesta de crear una bolsa de alquiler a través de la Empresa Municipal de la Vivienda. «Desde Emvisa se podría hablar con los propietarios que tienen viviendas vacías y acordar con ellos un plan a cinco años en el que se les garanticen tanto el pago de la renta como el arreglo de los desperfectos», apuntó.
Añade la posibilidad de «plantear a los dueños de viviendas vacías y deterioradas asumir su reparación a través de las escuelas taller o los planes de empleo, con el compromiso de cederlas después para su alquiler a personas sin recursos». Así, no solo se reactivaría el mercado del alquiler y se generaría empleo, sino que se lograría «que muchas personas que hoy están en infraviviendas puedan alojarse en un piso en condiciones». En su opinión, «no se trata de gastar más, sino de destinar los recursos a las nuevas demandas que han aparecido, para darles respuesta».
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