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OLAYA SUÁREZ / EUGENIA GARCÍA
GIJÓN.
Domingo, 4 de agosto 2019, 01:43
«Hice lo que hubiese hecho cualquier persona que lo hubiera encontrado, no hice nada fuera de lo normal». Paulino Otero, el hombre que encontró dentro de un contenedor en Nuevo Roces el cadáver de un bebé, relató ayer a EL COMERCIO que al ... abrir la mochila en la que estaba el cuerpo creyó en un primer momento que «era un muñeco». «Me di cuenta que era un bebé cuando abrí la mochila y cayeron unos restos, ahí me asusté dejé la bolsa otra vez donde estaba y lo primero que pensé es que tenía que llamar a la Policía».
Al no disponer de teléfono móvil lo que hizo, sin pensarlo dos veces, fue salir a la carretera y parar al primer coche que vio pasar. «Era una pareja joven y le dije que por favor llamasen desde el móvil a la Policía porque había un niño que parecía que estaba muerto», explica. De forma inicial los interlocutores recibieron la noticia con incredulidad, si bien la insistencia de Paulino les llevó a marcar el número de emergencias y avisar de la versión aportada por el ciudadano. En pocos minutos se personaron en el lugar las primeras dotaciones policiales. Los agentes confirmaron el horror. El testigo estaba en lo cierto, se trataba de un bebé. Aparentemente estaba muerto, si bien requirieron la presencia de los sanitarios por si hubiese un hilo de esperanza. Los peores presagios se cumplieron cuando los técnicos de la ambulancia confirmaron que se trataba de un cadáver.
Mientras la autoridad judicial decretaba el levantamiento de los restos mortales, Paulino colaboraba con los agentes que le tomaron declaración por si pudiera aportar algún dato de interés. El hombre, de unos cincuenta años, peina a diario los contenedores del barrio de madrugada, cuando el tránsito de personas suele ser muy escaso al tratarse de una zona apartada del casco urbano. Por ese motivo, cualquier pista sobre algún individuo que observase merodeando por las proximidades de los contenedores pudiera ser de interés para la investigación.
«Salgo todas las noches, soy coleccionista y busco objetos que tengan algo de extraordinario para quedármelos, es una rutina que tengo, lo hago todos los días», dice el hombre, quien asegura que hasta su jubilación «por enfermedad» trabajó en el servicio municipal de limpieza.
Ese hábito que ejecuta con suma puntualidad, como si de una jornada laboral se tratase, le llevó el viernes de madrugada a evitar que el crimen del pequeño pasase inadvertido. De haberse vaciado el contenedor en el camión de recogida, con bastante probabilidad el resultado habría sido otro. Él, sin embargo, resta importancia a su cívico comportamiento. «Por desgracia, está a la orden del día, cada poco sale en las noticias que tiran un bebé a la basura, aquí yo nunca había escuchado, pero solo hay que ver las noticias para saber que no es algo tan raro como pueda parecer».
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