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Es un viaje visual, sonoro y vital a la selva, a la forma de vivir y morir de las comunidades afro del Pacífico colombiano. 'Yo ... vi tres luces negras', de Santiago Lozano Álvarez, traza el viaje a la Amazonía de un hombre camino de la muerte en lo que busca ser una reivindicación de esos pueblos y sus tradiciones y una denuncia de las eternas guerras humanas que los circundan. Compite en la sección oficial Retueyos del FICX esta película que dibuja una atmósfera muy singular. «El guion está construido para crear la experiencia de atravesar la selva en este caso compartiendo el viaje con este personaje», señala el director. Querían estar muy cerca en lo visual con el protagonista, justo a su lado, y al tiempo hacer que la selva más que un paisaje fuera un personaje también. «La invitación al espectador no era crear una subreestimulación, si no situarle ante una experiencia en la selva, donde estás habitando una dualidad constante, no sabes si lo que estás viendo existe o no existe, cada uno tiene una experiencia muy diferente, por eso queríamos trabajar con esa extrañeza para ir construyendo la película».
Son importantes los cantos, los rezos, porque lo es todo el misticismo en el contexto global de la película. «Hay también una experiencia a través del canto, los alabados son patrimonio cultural inmaterial junto a los rituales del Pacífico, y por eso la propuesta fue un diálogo entre el lenguaje cinematográfico y el musical», señala el director. Hay una partitura que va acompañando el viaje de nuestro protagonista, José de los Santos, al que da vida Jesús María Mina. «Él es un maestro», señala el director sobre el actor, que ha sido capaz de darle forma incluso a su manera de pensar la vida. «Carga el espíritu del sabio» que ha de transmitir este hombre, conoce todas las tradiciones de esas comunidades colombianas. «Se les llama sabedores o sabedoras los que se encargan de conocer la medicina más natural o los rituales mortuorios en esas comunidades, es un reconocimiento de ese conocimiento ancestral, que está anclado en las maneras de cohabilitar en el territorio, y justo estas tradiciones están vivas y son una manera también de resistir».
Rechaza el término de realismo mágico para referirse a su trabajo. Y se explica aludiendo a Graciela Iturbide, cuya reacción contra ese término hace suya: «Sentía que era como una etiqueta colonial, es como que arroga a esas maneras de estar en los territorios a una especie de lugar fantástico, y no es un asunto de imaginería, de fantasía, es una manera de habitar el territorio». Así ocurre con nuestro protagonista, «que habita la selva y la selva lo habita a él», porque pese a todos los peligros, le protege. Más difícil es sobrevivir a los seres humanos: «Ahí están reflejados también las guerras y todos los conflictos».
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