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EDUARDO PANEQUE
MADRID.
Martes, 25 de junio 2019, 02:57
Bastaba con contar el número de coches y personas subiendo a los autocares a las 5.30 horas de la mañana en Avilés para intuir que la manifestación de ayer sería un éxito. «El madrugón es lo de menos, hay que estar allí», coincidían ... los jubilados, esposas, hijos y amigos de los trabajadores. Entre los viajeros también estaban muchos empleados de la fábrica que, aprovechando la convocatoria de huelga, dispusieron del día para viajar a la capital. Sumando unos y otros -los que permanecían en Villalba tras once etapas a pie con la 'Marcha del Aluminio'-, medio millar de personas se dieron cita en los aledaños del Santiago Bernabéu cuando el reloj marcaba el mediodía.
Hubo momentos de euforia contenida, de lágrimas, de reencuentros, pero también de protesta. El recorrido de la manifestación era corto, pero la adrenalina de estar con los suyos le dio a los trabajadores energías suficientes para plantarse ante un blindado Ministerio de Industria durante más de una hora. Entre la marea de banderas sindicales y de Asturias destacaba el color del atuendo casi obligatorio de los trabajadores: la ya reconocible camiseta amarilla en la que se puede leer 'Asturias no lo merece', y 'Alcoa no se cierra'.
Y empezaron los cánticos: «Maroto no te escondas, sal de la cueva»; «Alcoa traición, Gobierno solución», y el clásico «Alcoa se salva luchando». La movilización de ayer fue el reflejo de una lucha que lleva más de ocho meses desarrollándose con incontables altibajos, pero que sigue más viva que nunca en pleno desenlace. Y su objetivo era forzar una reunión con Parter y lo lograron. Lo ansiaban los integrantes de la 'Marcha del Aluminio' tras completar más de 350 kilómetros y su camino de vuelta a casa fue con la cabeza alta de saber que «nos hemos dejado la piel por nuestro trabajo».
El siguiente paso ahora es asegurar «el trabajo y no el empleo», tal y como matizó José Manuel Gómez de la Uz, presidente del comité de empresa, durante la explicación que dio a voz en grito a los asistentes, a la salida del encuentro con el secretario de Estado de Industria. Y en esto tiene mucho que decir también, a su juicio, el Gobierno.
Por eso la batalla de ayer empezó en otra sede, la del PSOE. Los miembros de la marcha se personaron allí para dejar una de sus camisetas amarillas a nombre de Pedro Sánchez. Un acto simbólico que, sin palabras, dice mucho.
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