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N. A. ERAUSQUIN
GIJÓN.
Martes, 5 de abril 2022, 00:50
La cesta de la compra se dispara. Se nota en el bolsillo cada vez que se acude al supermercado, sobre todo, en el caso de algunos productos. El aceite se ha encarecido un 303% en un año; la pasta, un 183%; los arroces, un ... 181%, y la leche, un 145%, según un estudio de Kantar realizado entre el 6 y el 20 de marzo. La escalada, además, se ha acelerado en las últimas semanas.
Sin embargo, más allá de la necesidad de rascarse el bolsillo cada vez que se pasa por caja, la industria busca la fórmula para que el consumidor pague más por menos sin que se dé demasiada cuenta. Y lo consigue con la 'reduflación', que implica ofrecer envases más pequeños o de similar tamaño, pero con menos contenido. De este modo, el precio de ese bote de tomate o de ese paquete de pan de molde se mantiene estable, pero han desaparecido unos gramos o unas rebanadas. Apenas se nota, pero para la cuenta de resultados de las empresas la suma de esos pocos supone un respiro.
Este efecto ya se dio en plena pandemia y ahora vuelve con más intensidad ante el alza de costes que sufren los productores. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha detectado reducciones de contenido de entre un 5% y un 10% en numerosos envases de una veintena de empresas. El efecto psicológico para el cliente es distinto a subir los precios porque, de hecho, en la mayoría de las ocasiones ni se entera de que el yogur que toma tiene unos gramos menos. Se trata, además, de una táctica completamente legal, mientras el envase registre el nuevo peso.
La 'reduflación' se da sobre todo en la alimentación, en productos que se usan más en el día a día y cuya subida de precios es más perceptible, pero también afecta a otros habituales del súper, como los de limpieza o higiene personal, y se da tanto en referencias muy conocidas como en las marcas blancas. Se trata de dar menos por más sin que se note.
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En algunos casos, incluso, se rebaja aparentemente el precio del producto, pero se recorta más aún la cantidad, con lo que la percepción del comprador puede ser un abaratamiento, cuando es todo lo contrario.
No obstante, esta táctica no influye en la inflación, ya que el Instituto Nacional de Estadística (INE) sí comprueba las cantidades para realizar sus cálculos. Tampoco es nueva. Suele darse en momentos de crisis, como la de 2008. El caldo de cultivo puede llegar por un alza de costes, como ahora, o en periodos en los que los consumidores optan por apretarse el cinturón, cuando en su decisión de compra influye más el precio que se encuentran en el lineal.
No obstante, no se trata de una práctica generalizada porque, además, implica cambios importantes en la producción, desde el ajuste de maquinaria a las nuevas cantidades a nuevos envases, por lo que una vez adoptada la decisión para un producto llega para quedarse.
Mientras el INE fija la inflación general en el 9,8%, la OCU cifra la subida concreta de los alimentos en un 9,4% en el último año, aunque no ha sido de forma uniforme. Más de la mitad del incremento se debe a lo ocurrido en los últimos meses, lo que da idea de la aceleración que se ha producido en el alza de los precios. Pero todo apunta a que esto es solo el principio y es más que probable que vaya a continuar en los próximos meses como consecuencia del traslado de la subida de los costes derivados de la energía y de las materias primas.
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