NOELIA A. ERAUSQUIN
GIJÓN.
Domingo, 1 de marzo 2020, 04:26
El 65% del tejido empresarial asturiano está constituido por compañías familiares y la mayoría o no tienen ningún asalariado o la cifra se queda por debajo de la decena. Sin embargo, en la economía regional, al igual que sucede con la del resto de Europa, ... la globalización se abre camino y con ella el desembarco de fondos que buscan rentabilizar sus inversiones en empresas. Los últimos casos, conocidos esta misma semana, son los de la división de ascensores de ThyssenKrupp y Unión Financiera Asturiana, pero en la economía regional, últimamente, han sido muchas la compañías en las que distintos fondos han asumido su propiedad o han alcanzado un papel relevante en su accionariado.
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Desde Alu Ibérica a Liberbank, pasando por Telecable, EdP o Vauste, los cambios en el capital se han debido a motivos muy diversos. Algunos derivaban de una crisis industrial, en otros el objetivo es conseguir un socio inversor para crecer y en las que cotizan el Bolsa, los propios movimientos del mercado traen cambios constantes. Los casos producidos esta semana se deben, realmente, al éxito de los respectivos negocios.
Por un lado, la división de ascensores de ThyssenKrupp, con 900 trabajadores en la región, se había convertido en la joya de la corona de la multinacional alemana, cuyo negocio se ha debilitado enormemente en los últimos tiempos, en gran parte debido a la crisis del acero. La venta de esta división por 17.200 millones de euros al consorcio formado por los fondos Advent y Cinven, y en el que también participa RAG Foundation, servirá para sanear su balance.
Por su parte, el fondo estadounidense JZ International se ha hecho con un porcentaje que ronda el 57% en Unión Financiera Asturiana con el objetivo de dotar de más músculo a la entidad, que quiere crecer y ampliar su mercado fuera de la región. JZ llega a la sociedad como un potente brazo inversor para permitirle expandirse en España. Pero más allá de estos dos casos, muchas de las grandes operaciones empresariales de los últimos tiempos en Asturias han estado protagonizadas por fondos de inversión.
Vauste, heredera de la antigua planta de amortiguadores de Tenneco en Gijón, fue adquirida en noviembre por DSA, un fondo con sedes en Suiza y Dubai. El vendedor fue Quantum, otro fondo, en este caso alemán, que se había hecho con la factoría asturiana en 2016, tras el intento de la multinacional Tenneco de cerrarla. Este ya había advertido de que no preveía una inversión a largo plazo y cumplió. DSA promete ahora realizar inversiones y apostar por la internacionalización del negocio.
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Por su parte, Alcoa vendió al fondo suizo Parter Capital Group sus plantas de Avilés y La Coruña. No era la oferta favorita de la plantilla asturiana, que prefería, precisamente, la opción de Quantum. El futuro de la factoría y el de los trabajadores depende de un abaratamiento de la electricidad que permita arrancar las cubas de electrólisis y retomar la producción de aluminio primario.
Otro ejemplo de fondos que ganaron peso en Asturias es el del británico Zegona, que se hizo con Telecable en 2015 por 640 millones y que, en 2017, la vendió a Euskaltel por 700. Pero la historia tenía una vuelta de tuerca más y, en 2019, el fondo británico, que había quedado como accionista de referencia en la operadora vasca, tomó también su control. Ahora prevé su expansión con el nombre de Virgin, la compañía fundada por el magnate Richard Branson, que fue la que financió la ofensiva de Zegona.
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Linpac Packaging, heredera de la empresa fundada por un emprendedor praviano bajo el nombre de Terpla y especializada en la producción de embalajes y envoltorios de plástico, se incorporó al grupo alemán Klöckner Pentaplast en 2017, pero este a su vez está controlado por el fondo americano Strategic Value Partners (SVP).
En Liberbank, Oceanwood, un fondo británico y maltés, es su segundo mayor accionista, con casi 17% del capital, y aunque nunca se llegó a confirmar, su postura fue clave en el intento de opa de Abanca sobre la entidad de origen asturiano. Esta semana otro fondo, Shoals Financials Opportunity Master Fund LP, con sede en las Islas Caimán, afloró una participación del 1,04% en el capital, según consta en los registros de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). A la vez, Liberbank tiene en su accionariado al mayor fondo soberano de Europa, Norges Bank, destinado a invertir en el extranjero los ingresos que generan el gas y el petróleo del país escandinavo. Este último controla más de 8.000 millones en empresas del Ibex y tiene también presencia fuera de él. De hecho, cuenta con participaciones en los ocho bancos cotizados. Otro caso particular es el del agresivo fondo Elliot, que con bajas participaciones logra gran poder de influencia en las decisiones de las compañías por las que apuesta. A finales de 2018 entró en Bayer y EdP. En la eléctrica portuguesa, propietaria de la antigua HC, su máximo accionista es el consorcio China Three Gorges, dependiente del Estado chino. Sin embargo, Elliot, dirigido por el multimillonario Paul Singer, con algo más del 2% del capital, tiene poder de influencia y planteó la venta de sus térmicas y del 49% de sus redes en la península. Además, fue muy beligerante contra la opa de CTG, que finalmente no salió adelante. En la energética también destaca la presencia del fondo americano Black Rock.
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Duro Felguera, tras el proceso de reestructuración de la compañía en 2018, vio también cómo entraba en su capital algún fondo. Aunque de momento, a pesar de todos los avatares, su control aún no depende de estos. Su máximo accionista es Indumentaria Pueri, sociedad patrimonial de la familia dueña del grupo textil Mayoral. No obstante, todo esto podría cambiar, puesto que su necesidad de músculo financiero le obliga a buscar un socio, y aunque se prefiere uno de tipo industrial, en estos momentos cualquier opción se vería con buenos ojos.
El caso de GAM también es distinto. Tras salvarse de la quiebra, se ha hecho con su control Franciso Riberas, presidente y primer accionista de Gestamp, a través de su patrimonial Halekulani. Se trata, no obstante, de un accionista industrial con objetivo de permanencia, alejado de otras prácticas. De momento, la compañía cerró el pasado ejercicio con un beneficio neto de 40 millones de euros, en comparación con los 'números rojos' de cuatro millones contabilizados en el año precedente.
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