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Dos horas de conversación se quedan cortas para lo mucho que este maestro, psicólogo y al mismo tiempo amante y experto de la tecnología ... puede aportar. Sobre todo, si tiene tiempo. Y ahora lo tiene. Porque Pablo Priesca (Colunga, 1957) se incorporó el 31 de diciembre al club de personas jubiladas. Pero de la activas, porque confiesa sentirse «raro» aún y mantiene un contacto bastante permanente con sus equipos de CTIC, especialmente con su sucesor, Pablo Coca. Los recuerdos, las anécdotas, los proyectos se le acumulan en el repaso. Priesca habla, pero también calla. Y, mientras tanto, escribe el libro donde sus conocimientos saldrán a la luz.
–En 2004 inauguraba CTIC y 20 años después le dice adiós. ¿Se empieza a acostumbrar?
–Como hace tan poco tiempo, lo vivo aún como unas vacaciones. Me encuentro raro.
–Pero sigue en contacto con CTIC.
–Todo lo que pueda ayudar sin interferir, ahí estaré. Tienen mi plena disposición.
–Se jubiló el 31 de diciembre...
–Por edad. Tengo 66 años y 4 meses. Me tocaba.
–¿Y no tenía posiblidad de seguir?
–Sí, pero creo que las organización necesitan dar paso a la gente que viene por detrás y es muy buena. Ahí queda Pablo Coca, con el que venía preparando el cambio desde hace tiempo. Es bueno oxigenar la organización con gente nueva.
–¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de estos 20 años en CTIC?
–Cuando entré calculaba que, como mucho, iba a estar cinco años, porque llevaba ya dos antes con la preparación para el centro. Me decía: en cuanto esté estabilizado, me voy y empiezo otra cosa, pero enseguida me di cuenta de que cada año era diferente al anterior. Es un proceso de cambio permanente. Lo que hacemos aquí es gestionar la contradicción, gestionar la incertidumbre, gestionar el cambio y gestionar la diversidad de actividad y personas.
–Desarrólleme eso.
–La contradicción, porque desarrollar innovación en un mundo y con una Administración hiperregulada es una contradicción en sí misma. La regulación es el respeto de la norma y la innovación es su ruptura. Evidentemente tiene que haber regulación, pero España es uno de los países más regulados del mundo. España está en un proceso aditivo y adictivo, porque solo se crea norma y no se dialoga prácticamente nada. Se compartimenta tanto el terreno de juego que no puedes hacer nada porque entras en ilegalidades permanentemente.
–¿Y el resto de gestiones que me ha enumerado?
–Gestionar la actividad que hacemos o la diversidad de las personas, los valores que tienen, que han cambiado de manera importante. La gente joven que entraba al mercado de trabajo en los años 90 o 2000 tenía un valor muy fuerte que era el trabajo indefinido. Ahora en un mundo tecnológico eso no tiene prácticamente ninguna consideración, o está en un tercer o cuarto nivel. Primero está el proyecto, que sea interesante, identificarse con el trabajo que estás haciendo, aprender, trabajar con la gente con la que puedes aprender, que no se caiga en la monotonía. Gestionar eso tiene su complejidad.
–Le entiendo, pero vuelvo a la pregunta, que no me ha contestado. ¿Lo mejor de estos 20 años?
–Haber podido aprender muchísimo al trabajar con gente muy diversa. Tienes que rodearte de gente que te permita ver la realidad desde las caras del prisma que no estás viendo. Como te rodees de gente que siempre te da la razón, malo. Y luego está cómo ha evolucionado el mundo tecnológico. Aprendí mucho hablando con gente de muchos perfiles, informáticos, telecos, químicos... Lo mejor es haber vivido un cambio tecnológico increíble durante 20 años, haber sido testigo de ello y de todo el impacto social que tuvo la tecnología, por haber estado en un sitio privilegiado.
–¿Y lo peor o menos bueno?
–Las incertidumbres y las inestabilidades que generan los cambios políticos. Y eso teniendo en cuenta que los centros tecnológicos son privados por ley y no son propiedad de las administraciones. No es una cuestión de voluntad, es una cuestión legal.
–Pero dependen de financiación pública.
–En nuestro caso, no especialmente. Nosotros movemos en torno a seis millones de euros y recibimos una subvención de estructura de 100.000, que no se completa nunca. Otra cosa es que el Gobierno te llame para desarrollar un programa con una financiación específica, y como no tiene otra manera de hacerlo lo haga por una subvención. Nosotros preferimos trabajar mucho más en proyectos de facturación con empresas y eso está en torno al 40% de los ingresos. La otra gran diferencia está en proyectos competitivos europeos, nacionales y algunos regionales. Pero ya vas a ellos normalmente en consorcios.
–En una entrevista en 2003 en EL COMERCIO, aún como responsable de Ficyt, decía que Asturias no era líder en tecnología, pero que estábamos muy bien posicionados. Es lo mismo que escucho ahora. ¿No hemos avanzado nada?
–Sí, pero hubo altibajos. Un sector tecnológico no se configura de un año para otro. Se hace con los años. Y ahora hay un sector tecnológico en Asturias que para el tamaño de la región está bien. Incluso está por encima de lo que le correspondería por ese tamaño.
–Insisto, eso lo decía ya en 2003.
–Lo que estaba haciendo el Principado en aquel momento, y ahí sí cogió una posición muy fuerte, fue crear el 'framework'. Nosotros éramos, digamos, el 'interface'. Se trataba de que todo el cambio de sistemas de información del Principado y todas las arquitecturas jugaran en base a una plataforma, pero que las empresas lo conocieran muy bien. De esta manera iban a conocer la tecnología que tenían que utilizar, las aplicaciones que se iban colgando en ese 'framework' e iban a poder ser competitivas, solas o asociadas.
–¿Y cuánto dura ese proceso?
–Desde 2003 hasta 2007. Asturias en ese momento tiene los mejores sistemas de información a nivel nacional. Es el referente español.
–Vale. Y en este momento, ¿qué situación tenemos en la región tecnológicamente hablando?
–Las tecnologías traspasan fronteras y el sector tecnológico está por encima de otros. ¿Qué problema puede tener? Que está excesivamente atomizado, pero a nivel general. Pero en tamaño, si lo comparas con lo que había en 2003, no tiene nada que ver. Y ahí jugó un papel fundamental el Cluster TIC, porque fue aglutinando empresas, sirvió de interlocutor con los gobiernos, fue abriendo puertas y eso te va generando un caldo de cultivo. Y ahora mismo hay un entramado de empresas tecnológicas regionales que para el tamaño de la comunidad es difícil que pueda crecer más.
–Rescato más palabras suyas. Asturias ofrece suelo más barato, sueldos no tan altos, una alta vinculación con los trabajadores en la empresa y mejor calidad de vida. Punto por punto lo que es el discurso regional. No parece que sea suficiente.
–No lo es. En aquel momento Capgemini decide venir a Asturias, El Corte Inglés también tiene un montón de personas aquí, empezaron a venir empresas tecnológicas grandes que veían que la universidad estaba sacando gente formada. Pero en 20 años eso cambió y ahora hay una movilidad infinitamente mayor. La gente ahora no tiene fronteras. En calidad de vida, sigue habiendo la misma, indudablemente, y lo del salario, depende, porque si juegas con el coste de la vida, a lo mejor lo que ganas lo echas en transportes o vivir en Madrid, Barcelona o grandes centros. En términos generales, los salarios aquí son algo más bajos.
–¿Se nota un cambio de valores en la elección laboral?
–Sí. Hay gente que ahora prima al máximo la conciliación familiar, personal, el ocio. Ahora es una de las cuestiones que más te preguntan en una entrevista de trabajo. También se aprecia mucho teletrabajar. ¿Tiene sus ventajas? Sí, pero también sus inconvenientes como la desafección. Y en el momento en que se pierda el interés por lo que es el proyecto esa persona se va porque el mercado le ofrece otras muchas opciones. Además de la propia desafección del trabajador, sus posibilidades de progresión en un estado de teletrabajo puro son prácticamente inviables.
–Quizá es que hay menos ambición.
–No la hay. La parte de la conciliación y el ocio juega un papel muy relevante y ahí la expectativa de crecimiento profesional tiende a rebajarse. Pero luego vemos gente que marcha fuera. Sí, pero se van buscando otro tipo de experiencias.
–Entonces, ¿qué claves hay para retener el talento?
–Fórmulas mágicas no hay y el problema lo tiene todo el mundo. ¿Con qué puede jugar Asturias? Con la calidad de vida en la región, que cuando la pones en la balanza pesa mucho.
–En calidad de vida podemos ganar a Madrid o Barcelona, pero quizá no a Málaga, que tiene una similar...
–... y un foco tecnológico que atrae. Al final, a nivel internacional lo que sucedió es que hay polos de atracción de tecnología. En el caso de Málaga han seguido una política sostenida durante años y han logrado un foco de desarrollo tecnológico que hace 20 años era impensable. Pero ahí hubo constancia política.
–¿Y aquí no? ¿Demasiados vaivenes?
–Hubo picos. Quizá en el discurso sí hubo constancia, pero no en la práctica.
–Entonces, ¿con quién competimos a nivel nacional?
–Málaga, el País Vasco...
–...que sigue siendo como el 'tótem'.
–Sí. El País Vasco ha seguido unas políticas de ciencia e innovación porque entendieron más la ciencia como parte del proceso de innovación y no la ciencia en sí misma. Han seguido desde mediados de los 80 una política bastante lineal, en la misma dirección y eso con los años se nota. El País Vasco tiene 11 centros tecnológicos y eso que Tecnalia se ha fusionado hace unos años, por voluntad de los propios centros. No es un tema de Gobierno, pero ese momento ya no se siguió porque se generaban estructuras demasiado rocosas. Y luego esas fusiones de centros que vienen de ámbitos muy diferentes tienen sus beneficios, pero también cuesta mucho el proceso de adaptación.
–¿Me está hablando de esto pensando en la propuesta que hay en Asturias de fusionar cinco centros tecnológicos (Asincar, Fundación Barredo, Cetemas, CTIC e Idonial)?
–(Sonríe). No.
–Entonces le pregunto yo. ¿Cómo ve ese planteamiento de la Consejería de Ciencia?
–La respuesta es muy sencilla. Uno, los centros tecnológicos son privados por ley y por lo tanto son sus patronatos quienes toman esas decisiones. ¿Cómo lo veo yo? ¿Se puede estudiar? Creo que se deben de estudiar todas las posibilidades de colaboración. Todas. Sin desechar ninguna. Si deciden los patronatos estudiar una fusión, pues perfecto, porque es decisión de los dueños de los centros. Eso sí, nos convertiríamos en el séptimo u octavo centro nacional. ¿Seríamos un gran centro europeo como se ha dicho? No.
–Vamos, que no lo ve.
–La clave de los centros tecnológicos está en la especialización, no en el tamaño. Pongo un ejemplo muy concreto. El gran programa para los centros a nivel nacional es el programa Cervera del CDTI. Cada centro se puede presentar como máximo a tres proyectos, que son siempre consorciados y prima la relación entre centros nacionales. Solo hay que hacer la cuenta.
–La hago. Cinco centros pueden optar a 15 proyectos. Un centro, a tres. Se pierde fuerza.
–Nosotros nos presentamos como la mayor parte a tres y en la anterior convocatoria solo a nosotros y a otro centro catalán nos dieron los tres. Y fue por vía especialización, no por tamaño. Ahora nos han aprobado dos y a Idonial otros dos. Y hablamos de proyectos de en torno a un millón de euros.
–Me queda claro. Habría pérdida.
–Sí, pero insisto, hay que analizar todas las posibilidades de colaboración, siempre.
–¿Qué opina de las líneas generales del nuevo Plan de Ciencia?
–Las líneas maestras están bien. No es ese el problema. Es igual que la de Reto Demográfico, y lo dije en el Parlamento. Es tan general, tan general, que no pasa nada si no la cumples. No molesta. Pero lo importante no es lo que está escrito ahí y voy al Plan de Ciencia. Las líneas que marca están bien, son poco cuestionables. La cuestión es cómo las vas a implementar.
–¿Qué le parece la idea de crear polos tecnológicos en las minas?
–(Pausa). Si son proyectos que puedan tener impacto, perfecto. Reaprovechar infraestructuras industriales para nuevos usos se debe estudiar, pero no conozco el detalle de lo que se va a hacer.
–Seguimos sin ser capaces de mejorar los indicadores de I+D.
–Partimos de una confusión arrastrada desde hace años con el término I+D+i. Se escribe así, dos en mayúsculas y una en minúscula, porque procede del ámbito académico donde la innovación es menos importante. La mayor parte de la innovación no procede de procesos de I+D, por lo tanto el término es erróneo. Lo que está asociado a la competitividad empresarial y de los territorios es la innovación: a mayor grado de ella, mayor grado de competitividad. A nivel europeo hubo un cambio de paradigma para evaluarlo de otra forma, pero en España se siguió con la I+D+i porque es un término cómodo.
–Si el término es cómodo, nos estamos equivocando a la hora de una inversión a la globalidad.
–Esto no es ninguna crítica a la ciencia, faltaría más.
–Lo entiendo. Pues si se parte de un fallo de concepto, todo el proceso tiene errores.
–Hay también otro problema que es muy importante: la burocratización. No es posible que en un proyecto en torno al 50% se lo lleve la burocracia administrativa. Es una locura.
–También de esto llevamos hablando 20 años y ahí sigue.
–La burocracia es el síntoma, el problema es que estamos hiperregulados. Y eso requeriría una reflexión muy profunda a nivel político en términos generales.
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