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Nunca unos zapatos de tacón significaron tanto como hoy. Anita Sirgo, histórica de Comisiones Obreras, y recientemente fallecida, los hacía sonar contra la pared de la cárcel para comunicarse con su marido. Cuentan que incluso los llegó a usar para defenderse de la Guardia Civil en las protestas mineras que propiciaron el fin del franquismo. Esos tacones, símbolo de la dignidad y valentía de todas esas mujeres que hicieron posible la 'huelgona' del 62 jugándose la vida, volvieron a sonar esta tarde entre el Parque Nuevo de La Felguera y el Parque Dorado de Sama, recorrido de la marcha feminista organizada este año con motivo del Día Internacional de la Mujer.
«A golpe de tacón, dando tira», rezaba la pancarta desplegada en la cabecera de la manifestación, que, como en años anteriores, fue multitudinaria. Este lema rinde homenaje a las mujeres de la gran huelga minera de 1962 y, con ellas, a todas esas trabajadoras anónimas «pocas veces reconocidas y muchas invisibilizadas», que abrieron el camino a quienes ahora luchan por la igualdad. Son miles, cada día, y hoy exhibieron su fortaleza en un acto reivindicativo que desbordó Langreo con miles de personas dispuestas a seguir 'dando tira' por todos esos derechos que, en pleno siglo XXI, aún quedan por conquistar.
Veintinueve autobuses, con mujeres de distintos puntos de Asturias, y dos líneas de Feve —con trenes llenos hasta la bandera— nutrieron la marcha convocada por la Plataforma Asturias Feminista y la Asamblea del 8M, que han hecho suya la expresión de 'dar tira' —que se usaba cuando una cadena de mineros se iba pasando los postes de madera para apuntalar las galerías— para significar el trabajo en común y relación de solidaridad que hay detrás de esta lucha incesante por la equidad de género. Cantautoras, pandereteras y artistas de la batucada aportaron sonoridad a esa sororidad reivindicativa que, en esta ocasión, echó la vista atrás para poner en valor el coraje y fuerza de «Anita, Maruja, Tina... y tantas otras».
Pero la marcha feminista de este 8 de marzo también puso el foco sobre las mujeres pensionistas: «Nos sumamos a su voz y exigimos un sistema público de pensiones justo y suficiente», que iguale las retribuciones mínimas contributivas y no contributivas al salario mínimo interprofesional y que aplique el 100% de la base reguladora del cónyuge o pareja de hecho en las pensiones de viudedad. También reclamaron «una política de cuidados digna, con suficientes residencias, centros de día y servicio de ayuda a domicilio, públicos y de calidad».
Esta fue la primera de las muchas reivindicaciones recogidas en el manifiesto que se leyó al final del recorrido por Langreo y que constata el largo camino que todavía queda por transitar hasta derribar los techos de cristal y las barreras que impiden la consolidación plena de la igualdad entre hombres y mujeres. Una declaración que, como no, también recordó a las mujeres víctimas de violencia de género. En lo que va de 2024, ya hubo 13 asesinadas. «¡Nos están matando!», proclamaron.
En Asturias, hay 1.813 mujeres acogidas al sistema Viogén; se decretaron 504 órdenes de protección en 2023; y 526 mujeres han acudido, en cuestión de tres años, al Centro de Crisis para Víctimas de Agresiones Sexuales. Ante cifras como éstas, «exigimos una sociedad donde la convivencia se base en el respeto y la igualdad». Entretanto, «seremos el grito de las que no tienen voz», sentenciaba el feminismo asturiano, que estableció 'un cordón' en su movilización de Langreo para que las ausentes estuvieran presentes.
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A golpe de tacón, pidieron «el fin de la violencia institucional, la justicia patriarcal y el terrorismo machista». Y denunciaron «el trato racista que sufren día a día las mujeres refugiadas, racializadas y migrantes. Las políticas de fronteras dejan a las mujeres y niñas en situación de vulnerabilidad». Y mostraron su apoyo a las mujeres con diversidad funcional, necesitadas de programas que «faciliten su acceso a las mismas oportunidades educativas, laborales, reproductivas, de comunicación y relación sociales». Y se sumaron «al grito de las compañeras rurales, que consiguen romper las barreras de la falta de medios de transporte y comunicación con las grandes ciudades gracias a la unión y organización colectivas».
En la lectura del manifiesto, se aludió al antigitanismo y las vejaciones por ser romí; a «los numerosos mecanismos de represión» que sufren las mujeres LGTBI+; a «nuestro derecho al aborto libre, seguro y gratuito»; a la necesidad de implantar «una auténtica perspectiva de género» en el sistema sanitario; a la violencia psicológica que estigmatiza y aisla a muchas mujeres; y a una educación en las aulas «feminista, pública y en diversidad», que fomente las las relaciones de buenos tratos. Una educación feminista «real», porque «no somos sólo el margen de un libro de historia».
En este 8 de marzo, en Langreo, también se alzó la voz contra las diversas formas de explotación sexual, la maternidad subrogada y la violencia económica o el abuso laboral. «Es lamentable que a día de hoy la pobreza siga teniendo rostro de mujer», condenaron, antes de guardar «un minuto de ruido» contra «el genocidio que se está perpetrando en Palestina», una iniciativa a nivel estatal con la que se pretende reconocer «la lucha y resistencia de las mujeres que se enfrentan a ocupaciones y a regímenes dictatoriales e imperialistas: palestinas, saharauis, afganas e iraníes».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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