JOSÉ ÁNGEL GARCÍA IGLESIAS
GIJÓN.
Domingo, 1 de agosto 2021, 01:14
Pablo Carreño es un luchador. Nunca se ha rendido. Todo lo que ha conseguido se lo ha ganado a pulso, a base de trabajo y esfuerzo. Su familia ha sido los cimientos sobre los que ha construido una enorme carrera hacia la cima del deporte ... mundial. No todo el mundo puede presumir de su currículum deportivo a sus 30 años recién cumplidos. Poco le ha importado mantenerse en un plano secundario ante otras estrellas del circuito. Como la hormiguita, ha sido incansable, Carreño ha progresado año tras año, hasta convertirse en una referencia del tenis mundial, en un rival temible, capaz de doblegar a los dos mejores tenistas del ránking ATP y, de paso, cerrar algunas bocas. El tenista gijonés conquistó ayer de forma brillante el bronce en Tokio, alcanzando así un sueño. Una medalla que le sabe a oro. No es para menos. Hoy la tendrá en su cuello después de superar al invencible Djokovic, que terminó desquiciado y esgrimiendo excusas para justificar su debacle en estos Juegos, contrariado por quedarse sin el 'Goldem Slam'. Un triunfo que ya ocupa un lugar principal en la carrera del asturiano, que por fin alcanza un éxito gigante, a su altura. Medalla olímpica que, de paso, salva el honor del tenis español en Tokio y que premia el periplo deportivo del asturiano, que siempre se ha quedado a las puertas de un gran triunfo.
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Hizo un calor insoportable en la pista central, cuyo cemento ardía en plena sobremesa. Era quizá el día más tórrido en los Juegos y eso, visto lo visto en los anteriores partidos, añadía más épica a la batalla final. Había un bronce en juego y no era cuestión de quedarse en el hotel. Le hubiera gustado a Djokovic, incómodo desde el minuto uno. Como si el duelo le molestara. Como si aún resonaran en su cabeza las dos derrotas del día anterior. Una, ante Zverev, que le privó de disputar el oro olímpico; la otra, en el dobles mixto, que le dejó fundido para el choque ante Carreño.
Se le notó desde el principio, con gestos continuos que delataban que no estaba cómodo el número uno. Carreño entró sólido al partido, pero comenzó a multiplicar sus aciertos cuando constató que su rival mostraba fisuras.
Era un día propicio para aprovechar la oportunidad y lo hizo Carreño, mucho más certero con el servicio que en semifinales. Solo con eso le dio para mantener igualado el choque, aunque aún le quedaba dar un paso adelante. Hacer sufrir a Nole al resto, algo que ocurrió en el quinto juego. Un 'break' en blanco que evidenciaba el desequilibrio existente a esas alturas en el partido.
Lanzó su gorra al suelo Djokovic, ofuscado y sin ideas. Funcionaban los golpes solo en su cabeza, pero al ir a ejecutarlos se estrellaban en la red. Acumuló hasta tres dobles faltas el serbio, que levantó incluso dos bolas de set con su servicio. Sufrimiento inesperado en una primera manga que cerró Carreño remontando un 15-40 en el noveno juego. Brazo en alto. Alegría mayúscula (6-3). El primer paso hacia la gloria ya estaba dado.
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Elevó el nivel Djokovic en la segunda manga. No le quedaba otra. Sobre todo con su servicio, que había sido un desastre en la primera. Dejó de tener opciones al resto Carreño, pero se mantuvo sólido el asturiano a la espera de una oportunidad. Caían los juegos a cada lado con una rutina tensa. Nervios por no dejar abierta una rendija por la que se colara el rival. Había tanta igualdad que cualquier fallo sería definitivo. Se llegó así al 4-4 con turno para Djokovic, que mantuvo su solidez, enviando la pelota caliente al español.
Era el momento de aguantar y no dejarse caer como le había ocurrido en otras ocasiones a Carreño cuando se enfrentaba a tenistas del 'top ten'. Se puso 0-30 el serbio y respiró el gijonés. Fue a por la toalla y se tomó un tiempo antes de sacar y remontar un juego que se le había puesto muy complicado.
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Se fue hasta el 'tie break' el desenlace y ahí Carreño se creció. Dejó atrás sus complejos y sus miedos. Sobre todo con el 4-1 en contra. Alcanzó incluso una bola de partido, pero no pudo cerrar el duelo contra un Djokovic ya notable, que sacó a relucir el arma del saque que tenía guardada hasta entonces. El bronce se hacía de rogar. Había que ir al tercer y definitivo parcial.
La decepción no derrumbó esta vez a Carreño. «Pensé que estaba muerto y más ante el número uno del mundo», reconoció a toro pasado el asturiano, cuya cara reflejaba la frustración por dejar escapar la oportunidad en el segundo set. Djokovic es sinónimo de peligro y no conviene fiarse de su escenografía, más cerca de la ficción que de la realidad.
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Pablo Carreño lo pasó mal en el primer juego del tercer set, en el que tuvo que levantar una bola de 'break' para ponerse por delante. Un juego sufrido y trabajado que tuvo tan cerca Djokovic, que tras verse privado de él lanzó su raqueta al segundo anfiteatro de la central. Menos mal que no había público en la grada. Los asistentes que tuvieron la fortuna de seguir el partido no se creían lo que habían visto.
Se desquició el serbio y eso lo aprovechó Carreño, al ataque desde el principio. Con una derecha magnífica que tenía fuera de la pista a su rival todo el tiempo y que le dio un 'break' temprano. Con el 3-0 volvió a sacar su genio Djokovic, estrellando esta vez su raqueta contra la red. Nervios. «Somos humanos», se disculpó al término del partido. El problema del balcánico es que llueve sobre mojado. Su temperamento no es propio de un deportista de su nivel y menos ejemplo.
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Se puso 4-1 Carreño. Ventaja que ya no dejó escapar, firme hacia su sueño. Hacia esa medalla con la que tanto había soñado y que capturó a la sexta bola de partido (orgulloso Djokovic a la hora de hincar la rodilla). No se desquició a pesar de que argumentos no le faltaban. Djokovic es el número uno y lo demostró cada vez que asomaba la derrota en el horizonte.
En este desenlace, cargado de incertidumbre, Carreño jugó como un maestro, ofreciendo un espectáculo con los saques angulados, que dejaron al serbio sin palabras. Impresionante. Premio grande para Carreño después de la frustración por la derrota en semifinales. Un podio que sabe a oro, pues lo ha conseguido derribando un muro gigante. Acabando con un Djokovic que parecía invencible y que sale de Tokio derrotado y hundido.
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