Saúl Craviotto no tiene límite

Habían hecho los deberes los españoles en semifinales, asegurándose una de las calles centrales junto a sus grandes rivales. Alemania, dominadora durante todo el ciclo olímpico, solo había cedido una vez en estos cinco años -derrota ante España en la pasada Copa del Mundo- y eso había dado alas al cuarteto formado por Craviotto, Walz, Arévalo y Germade. Se podía ganar.

El primer latigazo, para España. Salió muy fuerte la piragua del K4. Justo como habían ensayado tantas y tantas veces en Trasona. Inicio perfecto que les situó en cabeza. Se mantuvo ahí con el cambio impulsado por Arévalo poco antes del ecuador de la prueba, al que llegaron por delante de todos, incluido Alemania, que esperaba su momento. Subieron más el ritmo los españoles, que aguantaban ya a duras penas el cambio de sus rivales. Remontada que culminaron los germanos a cien metros de la llegada y que convirtió el esfuerzo nacional en una plata valiosísima. «Esta medalla nos sabe a oro porque ha sido un ciclo olímpico muy pesado, largo y complicado. Somos unos supervivientes y unos luchadores y esta plata nos deja más que satisfechos», reconocía Walz tras bajarse de la piragua.

Porque la pequeña decepción que podían tener al cruzar la línea de meta tornó enseguida en alegría. Subieron los cuatro al pantalán y se abrazaron. Felicidad que compartieron con sus rivales mientras Rodrigo Germade se quedaba apartado unos segundos.

«He llorado. Han sido muchas emociones juntas. Mucha tensión y mucha presión en los últimos meses y se me ha juntado eso con la alegría de la medalla», reconocía el palista, ya feliz con su medalla en el cuello.

Se la había colgado allí Saúl Craviotto, que ejerció de maestro de ceremonias en el podio. Quiso honrar así a sus compañeros el capitán. Medalla y abrazo. Agradecimiento infinito. Solo ellos saben lo que han pasado en esas mañanas frías de Trasona y en los cruces de acusaciones que hubo durante el selectivo. Todo eso sepultado ya por la medalla. La plata más feliz. La primera para Arévalo y Germade; la segunda para Walz; y la quinta para Craviotto. Leyenda del olimpismo español. «Estoy muy feliz ahora mismo. Muy feliz de tener cinco medallas, como el referente del piragüismo español que para muchos nosotros es David Cal. Una leyenda y un gran amigo», señalaba este asturiano de adopción con cierta modestia. Restando importancia a un hecho que es histórico. «Saúl es un dios del deporte. Lo que ha logrado es una barbaridad», señaló Walz.

Aún en el podio, hubo abrazos con los alemanes, reconocida su superioridad. Craviotto, sin tiempo para lamentos, no descarta seguir hasta 2024. «París está ahí al lado. Se puede ir en coche desde Asturias... Me voy ahora de vacaciones, descansaré mucho de cabeza, que me hace falta, estaré con mis niñas y después ya será año y medio hasta los Juegos. Están cerquita. Si los jovenzuelos me dejan, iremos allá». Tres años más con el objetivo de convertirse en el olímpico español con más medallas. Motivación más que suficiente.