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MANUEL ROSETY
Domingo, 11 de octubre 2020, 01:44
Los derbis son partidos con un colorido especial. Con el paso del tiempo fueron cambiando muchos detalles, pero la repercusión de los resultados sigue siendo especial y las semanas previas se viven con más intensidad futbolística, aunque la actualidad sea extraña por los efectos de la pandemia.
La rivalidad entre el Sporting y los equipos representativos de Oviedo tiene cien años de existencia. Para recordar el primer derbi en un partido oficial es preciso meterse en el túnel del tiempo y retornar al 25 de enero de 1920, cuando el Sporting visitó al Deportivo Ovetense, en el campo de Teatinos. Poco antes, el 19 de noviembre de 1919, los rojiblancos debían jugar en el campo del Stadium, pero el equipo capitalino no se presentó, por discrepancias con algunas decisiones de la Federación. Las confrontaciones correspondían al Campeonato de Asturias, que se disputó entre 1919 y 1940.
El primer derbi se saldó con empate a dos goles, en una época en la que la supremacía regional era del Sporting. Fernando Villaverde fue el autor del primer gol en un encuentro de rivalidad y Zabala, que luego se incorporaría al Oviedo, tras la fusión entre el Stadium y el Deportivo, inauguro el casillero ovetense.
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Frente al Oviedo, después de consumarse la fusión en el verano de 1926, la primera visita del Sporting a la capital fue el 13 de febrero de 1927, en Teatinos, que se saldó con el triunfo local por 2-1. El oviedista Zabala, de nuevo, fue el primer goleador.
En la Liga, la primera visita gijonesa a Oviedo fue el 24 de febrero de 1929, que terminó con un severo triunfo local, en una tarde feliz para el delantero local Barril, que marcó cinco goles del 6-2.
Los partidos de rivalidad movilizaban a numerosos aficionados, con una mayoría de desplazamientos en tren. El ambiente era distinto al actual y las condiciones futbolísticas, muy diferentes. Un ejemplo se aprecia en la fotografía del derbi del 20 de marzo de 1955, con Ladreda y Falín de capitanes, con un terreno de juego embarrado, por las frecuentes lluvias invernales y el césped algo pelado por zonas, y unos balones cuyas costuras eran cosidas con cuerda, que dejaban la marca en la frente de los defensas o delanteros en los despejes o remates. Además, en los partidos con lluvia y barro, los balones, así como las botas, aumentaban su peso al mojarse, lo que era una dificultad añadida. En cualquier caso, los protagonistas no daban importancia a estos detalles, que favorecían a los futbolistas que se distinguían más por su potencial físico, que por su técnica.
El encuentro fue uno de los muchos vibrantes que disputaron los dos equipos. Ambos llevaban una trayectoria de igualdad. El Oviedo, segundo, recibía al Sporting, que era tercero, a un punto. Ferrer adelantó al Oviedo, que lo acercaba al líder, que era la Cultural Leonesa. Luego empató Ortiz y a un cuarto de hora del final anotaría Prendes el gol del triunfo rojiblanco. Al final de la temporada, el equipo azul quedó a un punto del ascenso y los rojiblancos, a dos. Los azules jugarían la liguilla de ascenso con el Zaragoza, el Atlético Tetúan y el Granada, más el Espanyol y la Real Sociedad, que mantuvieron la plaza en Primera.
En la imagen se aprecia el lleno en el campo oviedista. En las visitas de los azules a Gijón pasaba lo mismo. El derbi de la temporada 1956-1957 en El Molinón registró un récord de asistencia de aficionados. El lleno se repitió en los últimos encuentros de rivalidad, hasta que los protocolos de la pandemia empezaron a impedir el acceso al público. Pasó en la segunda vuelta de la campaña anterior. En ese caso perjudicó al Sporting, como anfitrión, al faltarle el respaldo de su hinchada. En esta ocasión, el déficit será para el Oviedo.
Las condiciones del partido de esta noche nada tienen que ver con las confrontaciones históricas, en una época en la que la Liga Profesional obliga, bajo penalización, que el estado del césped se encuentre en perfectas condiciones, por lo que el terreno de juego oficial casi no se utiliza para ensayos. Lo de antes eran otros tiempos irrepetibles, sin publicidad, sin televisión, sin cambios y sin muchas cosas más, pero con la misma pasión de siempre.
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María Díaz y Álex Sánchez
Almudena Santos y Leticia Aróstegui
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