José Andrés: «Llevo Asturias en las venas, es mi hogar»

Allí, José Andrés invita a sus hijas a que prueben «la comida que me hizo a mí». Y así lo hacen, empezando por unos tortos de maíz con cebolla caramelizada y queso azul, que dieron paso a una fabada, que, para José Andrés es «un símbolo de Asturias y de su gente», según aseguraba. «Siempre que veo una fabada, me apetece cantar todas las canciones tradicionales asturianas», se reía. Y esa broma fue el preludio a un arroz con leche de postre, «mi plato favorito de todos los tiempos», apuntaba el de Mieres.

El recorrido por la tierrina continuó al día siguiente muy temprano, porque, a las cinco de la madrugada, los cuatro amanecieron para ir a por percebes al Cabo Vidio. Allí los estaba esperando Julio César Uña, quien enseñó a dos de las hijas del cocinero a recoger estos crustáceos que, para José Andrés, saben «a una mezcla entre langosta y almeja».

Y, de la costa, la familia se fue hasta Oviedo, donde se encontraron con algunos parientes y se alegraron la noche con unos cuantos culinos de sidra, que estuvieron acompañados de chorizos a la sidra y de cachopo. Precisamente, este último plato fue el favorito de sus hijas, quienes confesaban que estaban en Asturias «para comer esto».

A la mañana siguiente, con el hambre ya recuperada, los cuatro fueron a desayunar a Camilo de Blas, casadielles, carbayones y unos cuantos pasteles más que, según prometían, «podríamos comer todos los días».

Y, después del dulce, llegó la hora de ir a ver a Xune Andrade a Monte, el restaurante que regenta en la aldea lenense de San Feliz. Allí, degustaron castañas, boletus, carne asturiana y, por último, tarta de queso, elaborada con un queso azul de la zona.

Una vez saboreados tantos platos, tocaba descubrir los secretos que esconde la elaboración del Gamonéu del Puertu. Para ello, se desplazaron hasta los Picos de Europa, donde los recibieron José Luis Alonso y Covadonga Fernández. Ellos enseñaron a las tres chicas a ordeñar vacas, ovejas y cabras y los llevaron hasta las entrañas de las montañas, donde guardan durante semanas estos quesos.

Para terminar la aventura asturiana, fueron José Andrés y sus hijas quienes invitaron a comer a sus amigos de la región productos de la tierra. Fue un almuerzo sumamente emocionante, que terminó con la confesión de una de sus hijas, quien prometió que, «antes de esta experiencia, odiaba Asturias, pero, después de este viaje y de haber comido tanto, me encanta». Seguro que vuelven pronto.