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Redacción
Viernes, 7 de febrero 2020, 02:55
El restaurante gijonés La Habana, un lugar destacado con suma popularidad hace años, fue el protagonista del último programa de 'Pesadilla en la Cocina', grabado en 2016, pero emitido el pasado jueves. Alberto Chicote llegó a Gijón para intentar salvar la ... historia hostelera del lugar y comprobó que las broncas se sucedían y las culpas se repartían entre los camareros y la hija del dueño.
El popular cocinero viajó hasta un restaurante en el que todo era a lo grande. Las raciones, de dimensiones mayores a las normales, incluso el local es de más de 500 metros cuadrados. Ante un escenario así, Chicote buscó reflotar un negocio que deslumbró en épocas anteriores. El problema no estataba tanto en la calidad de los platos, como suele ocurrir en la gran mayoría de restaurantes que participan en 'Pesadilla en la cocina'. El chef destacó que los platos era acertados, que incluso estaban «buenos» y con «cocciones correctas», por lo que la 'pesadilla' estaba en otro lugar. El verdadero problema del restaurante La Habana estaba en el trabajo que se encontraba entre los fogones y las mesas. El dueño vivía su etapa final en su restaurante. Quería jubilarse y que tomará las riendas su hija Gema, centro de las críticas de los camareros, pero ella consideraba que era el servicio el que no cumplía con su cometido.
Ahí está el problema que acaba con lágrimas, reproches y gritos, que se vieron en televisión en horario de máxima audiencia. Finalmente, el equipo de 'Pesadilla en la cocina' remodeló la sala y el comedor de La Habana, que ahora se llama La Foguera, y le otorgó una imagen moderna.
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