Una mixta con tres clásicos para el día de Begoña

Rompe plaza y descorcha feria el rejoneador Diego Ventura, torero grande, figura máxima del arte taurino ecuestre, capaz de llevar el peso de un cartel a caballo o de abrir, para dar lustre y vitola, una combinación a pie. Su modo de interpretar seduce por su personalidad manejando las riendas, por su irreverente desparpajo en su monta, y el ajuste milimétrico con que realiza quiebros y batidas. Ventura da espectáculo, genera emoción… y marca la diferencia con sus iguales.

A pie abre fuego Talavante, torero impredecible, que se mueve a golpes de inspiración. Tan pronto se inhibe en un festejo como se calienta y enfibra. Se arrebata o se deja ir. Se relaja y enfada en un mismo toro, dentro de una misma serie, y, seguramente, en esa personalidad mutable y camaleónica, radique su grandeza. Es el torero rompequinielas, que reta a futurólogos y adivinos, pero mantiene un deseo constante y permanente entre los muchos partidarios de los que goza: que cada tarde, como sucedió el pasado año, en el último festejo del ciclo, saque su mejor versión.

Daniel Luque, en cambio, es todo fiabilidad, seguridad y solvencia. Diestro de gran técnica, tiene el toreo metido en la cabeza desde su más tierna infancia, y está dotado, además, de intuición y sensibilidad para expresarlo. Luego de unas temporadas en barbecho, el torero de Gerena se ha abierto un hueco en los últimos años en la élite, porque a su reconocida facilidad ha añadido la fibra y el poso. La suma de todas estas virtudes juntas ha traído consigo la mejor de las consecuencias: da gusto verlo.