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ANA RANERA
Sábado, 26 de diciembre 2020, 03:08
Al mirar hacia dentro, Mónica Dixon encuentra lo que, a otros ojos, pasa desapercibido. Los haces de luz que se cuelan entre las rendijas y ... los objetos abandonados en la soledad de una habitación vacía se convierten en los protagonistas, austeros, de sus obras. Estas piezas en las que la sencillez va ganando terreno a todo lo demás estarán, hasta el 5 de febrero, expuestas en las paredes de la galería ovetense Guillermina Caicoya.
Con el paso de los años, esta artista ha ido despojándose de cualquier estorbo que se interpusiera en su camino. Desechando, en este tiempo, todo lo que le sobraba para conseguir quedarse con lo poco que ella necesitaba para ver luces y sombras, para captar lo imprescindible y trasladarlo a sus lienzos. «Llevo muchos años trabajando el interior, pero, al principio, hacía interiores más domésticos: un objeto, un pasillo, una escalera y, poco a poco, fui quitando los artilugios que me estorbaban, las cosas que me importunaban y me di cuenta de lo que realmente me interesaba», explica.
Esta colección de once acrílicos se queda únicamente con las geometrías y con ese concepto de «espacio vacío» en el que tanto empeño ha puesto en conseguir. «A estos escenarios yo los llamo no lugares». Son esos rincones que uno atraviesa, como un autómata, sin reparar en sus detalles. «Se pueden interpretar como esos espacios que, a veces, transitamos sin darnos cuenta, sin fijarnos en lo que hay en ellos», indica.
Y, donde nadie fijaría la vista, Dixon encuentra salvoconductos a otros mundos. «Trabajo a partir de la luz que se filtra por un tabique o por un hueco, así intento crear las geometrías que nos llevan a una nueva realidad dentro de esos espacios vacíos», indica. Como novedad, en esta muestra, aparecen algunas notas de color. A los blancos, negros y grises se unen detalles tímidos que rompen la monotonía. «He puesto algún pequeño toque en alguna pieza porque me parecía que era lo que le convenía. Ha sido dar una vuelta de tuerca», señala.
En estas once obras, se abren las puertas para atisbar otros mundos construidos con reflejos, destellos y oscuridades. Universos de los que cualquiera tiene la llave, aunque para verlos y entenderlos hacen falta el tiempo y el esfuerzo de fijar la vista y capturarlos, con los pinceles en mano y los ojos bien abiertos para no dejarlos escabullirse.
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