Víctor Manuel, ayer, en Oviedo. :: PABLO LORENZANA

«Soy rojo, pero no gilipollas»

Víctor Manuel presentó en Oviedo 'El gusto es mío', un recorrido por los sabores de su vida en el que tampoco esquiva la crítica política

AZAHARA VILLACORTA

Miércoles, 27 de noviembre 2019, 00:16

Es más de pote que de fabes. Más de pescado que de carne. De «congelar y no tirar nada». Eso sí: no soporta el tomate crudo. En Gijón, Ataúlfo. En Oviedo, Gloria. Pero, si tuviese que elegir su última cena, a pesar de que no es «nada llambión», no alberga ninguna duda: «Frixuelos». Los que le enseñó a hacer su madre. Todo eso confesó ayer Víctor Manuel (Mieres, 1947) en El Fontán, donde no cantó ninguno de los 500 temas que ha compuesto en medio siglo y que ya forman parte de la historia de la música de este país (eso lo hará el próximo 7 de febrero en el Campoamor), sino que se puso el mandil para presentar 'El gusto es mío' (Aguilar), un recorrido gastronómico por los sabores de su vida.

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-¿Cómo se le ocurre meterse a suceder a la gran María Luisa?

-¡No! Yo nunca hubiese hecho un libru de recetes porque no soy cocineru y los respeto mucho. Lo único que hice fue rodear les recetes que hago de otres coses: de la vida, de los viajes, los amigos...

-Empezando por su infancia mierense, donde no se podía ni acercar a los fogones.

-Qué va. Enseguida tu madre te decía: «Quita, que estorbes».

-Y siguendo por el salto a Madrid. En todos los sentidos.

-Sí. Es que yo, cuando vivía aquí, pensaba que el mundo se acababa en el pote, la fabada y cuatro coses. Por ejemplo, no sabía lo que era el pulpo. Vamos, lo sabía porque lo había visto en fotos. O, por ejemplo, los mejillones tampoco se comíen... Así que, cuando llegué a Madrid, se abrió un mundo nuevo.

-Una época en la que empezaron los viajes por toda España...

-Ahí pasé de una fase en la que comía bocadillos todo el tiempo a comer otres coses. Y, sobre todo, intentaba adivinar lo que me habíen puesto en el plato, con qué se había hecho, y a meterme en las cocinas. Fui empezando a cocinar, porque, cuando Ana (Belén) y yo fuimos a vivir juntos, no sabíamos nada.

-De hecho, usted sigue siendo el 'cocinitas' en casa.

-Pero porque me gusta. Me relaja mucho cocinar mientras escucho la radio, voy probando cómo va la cosa, miro por la ventana...

-¿Y qué le ha dicho su nutricionista del libro?

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-Solo te digo que el 90% de les recetes que aparecen ahí ella no me deja comeles (Risas).

-¿Le suele hacer caso?

-No (Ríe). Hombre, más o menos me cuido, camino mucho, pero siempre estoy queriendo perder un poco de peso. Ella mídeme, pésame y dizme: «Esta semana subiste un poco, esta bajaste...». Así estamos todo el rato.

-Y, mientras tanto, Ana Belén, un yogur para cenar.

-Ana no cena nunca y lleva la misma talla que cuando yo la conocí. ¡Pero así no tien mérito! (Ríe).

-Otro de los que no le comen nada es Gurruchaga.

-Nada. Ye muy repunantucu. Un perro verde.

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-Cuénteme ese momento en el que tuvo el cuajo de pedirse una tortilla francesa en Arzak.

-Lo normal. Y, además, no se corta. Cuando viene a casa, haces una comida para todos los demás y, si eso, a él ya le fríes un huevu (Ríe).

-También Serrat forma parte del grupo de los especialitos.

-Juanito ye tiquismiquis. Quier que les coses estén bien, que le sirvan rápido... Si no, se enfada. Ye como un nenu pequeñu.

-¿Y Sabina?

-Es de cosas pequeñas, su jamoncito... Le han jodido mucho la vida con lo de que no se pueda fumar en los restaurantes, pero así son les coses. Aunque ahora, con Jimena, come mucho mejor porque ella tiene cocineros en la familia.

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-Sé que, a la hora de prepararles cosas ricas, tiene algo de enchufe en los mercados asturianos.

-A algunos voy y, cuando no vengo, a veces, pídolo por teléfono y mándenme la mercancía a Madrid. Son muy de fiar. Nunca te dan gato por liebre. -Hablando de liebres, ¿sabe que a los animalistas no les gustará nada la parte en la que habla de cómo trataban a la fauna?

-Ya... Pero es que hablo de un tiempo que ya no existe. Antes había cosas de una brutalidad tremenda. La misma matanza del gochu... Aunque también creo que estamos estableciendo una relación enfermiza con los animales. Como cuando te dicen: «El perro es uno más de la familia». Pues no: ye el perru.

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-También se moja cuando asegura que miles de venezolanos huyen de «las torpezas y veleidades de sus gobernantes» en el capítulo dedicado a Latinoamérica.

-Sí. Me quejo de lo que se queja muchísima gente: de que no hay derecho. No hay derecho a que por la torpeza, la corrupción y la mala administración tengan a la gente como la tienen: en estado calamitoso. Están llegando muchos a España. Algunos riquísimos, comprándolo todo, porque no quieren estar allí, pero la inmensa mayoría son gente que viene aquí a buscarse el trabajillo y a sobrevivir.

-De Cuba afirma que «nadie como los cubanos para agrandar el espacio mínimo que una gobernanza estúpida quiere pautarles».

-Sí. En Cuba son muy torpes. No necesitan ser tan tontos para seguir gobernando. Me hizo gracia cuando fue el Rey a reivindicar más democracia y la contestación de Díaz-Canel fue surrealista. Dijo algo así como: «Aquí gobierna quien quiere el pueblo». ¡No te jode!

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-¿Y España a qué le sabe?

-No nos merecemos tanta torpeza tampoco. La política se ha malbaratado. No hay gente con altura, que mire al horizonte, un poquitín más allá... Gente con personalidad, que se arriesgue a perder unas elecciones pero que le diga a la gente lo que pasa. A todos los niveles. Hablo del Gobierno central, hablo de Cataluña... Este país no se merece tanta torpeza, volver a votar para quedar en el mismo sitio o peor.

-Al menos, habrá Gobierno...

-Eso sí. Algo es algo. Sospecho que porque la extrema derecha crece y crece y porque habrán leído el CIS y saben cuál es el prestigio de la clase política. Que no jueguen.

-¿Le preocupan esos 52 diputados?

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-Ma parece que muchos de sus votantes son gente cabreada. Que muchos de los que votaron a Vox fueron los que antes votaron a Podemos. Lo que pasa es que estos tienen un peligro real. Se acaba de ver en el día contra la violencia de género que son unos canallas. Sin matices.

-Y la última: ya han dicho que menudo rojo que le daba solomillo a su hijo para desayunar por recomendación médica.

-Pero pagábalo: no lo robaba. Hay gente que ye muy pesada con eses coses. A ver: soy rojo, pero no soy gilipollas. Trabajo y quiero lo mío. Nada más.

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