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A. VILLACORTA
Jueves, 7 de febrero 2019, 00:11
El 14 de febrero de 1888 empezaron a caer los primeros copos y con la nieve llegó la destrucción a Asturias en lo que se conoce como 'la Nevadona' o 'la de los tres ochos', la más letal de la que se tiene registro hasta la fecha en España y que hoy, 131 años después, ha sido analizada por vez primera desde una perspectiva puramente científica por la geógrafa avilesina Cristina García Hernández (1979), quien ha podido documentar 42 fallecidos. La mayor parte de ellos, sepultados bajo mortíferos aludes, «porque se registraron espesores mayores de lo habitual a altitudes menores». Una combinación fatal que hizo que las avalanchas «recorriesen mayores distancias y se desencadenasen desde puntos más bajos, y así alcanzaron más fácilmente los asentamientos».
El Real Instituto de Estudios Asturianos (Ridea) acaba de publicar el trabajo de esta profesora del Departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo y de la UNED -que ha pasado seis años investigando «unos episodios absolutamente extraordinarios»- en un volumen titulado 'Las nevadas de 1888 en el Macizo Asturiano'. Porque, en realidad, fueron cuatro las grandes 'nevadonas' que, acompañadas de fuertes ventiscas, tiñeron de blanco Asturias entre febrero y abril de ese año y que se cobraron también la vida de cerca de 20.000 cabezas de ganado, además de causar daños en más de mil edificaciones, «porque muchas techumbres se hundieron por el peso».
A los recuerdos heredados de sus antepasados por los vecinos de concejos como Lena -el que registró más víctimas mortales- o Cabrales -el que concentró mayores daños materiales-, además de a documentos parroquiales -fundamentalmente, a registros de defunciones-, recurrió Cristina García para dar forma a una tesis doctoral que le valió un sobresaliente cum laude y que ahora ha adoptado forma de libro. Y, cómo no, a la prensa de la época, que reflejó un caos sin precedentes, con decenas de núcleos incomunicados por montañas de nieve y enormes desprendimientos. «Se llegaron a alcanzar los seis metros de espesor en puntos como Bulnes o cinco en Leitariegos, mientras que, a 500 metros sobre el nivel del mar, se registraban tres de manera generalizada».
El periódico 'El Carbayón' logró enviar a Pajares a un corresponsal de nombre J. Laruelo, quien, tras ingentes esfuerzos, consiguió llegar a la zona y dejó escritas crónicas espeluznantes como la que daba cuenta de una avalancha que había matado a nueve vecinos, dejando también a su paso sufrimiento, hambre y desesperación.
Y es que, como apunta Cristina García, cuando parecía que el temporal amainaba, llegó un rápido deshielo. Y, con él, argayos y riadas que, ayudadas por fuertes lluvias, provocaron seis muertes más por ahogamiento.
Pero la destrucción no terminó ahí, porque esta geógrafa apasionada de la historia y del trabajo de campo que la ha llevado a investigar a la Antártida y a desempolvar viejos papeles en archivos de toda Asturias, ha constatado «un incremento de la mortalidad durante los dos años posteriores», toda vez que tanto caos «dio lugar a una situación de pobreza en pueblos de media y alta montaña».
Repercusiones demográficas que, como suele suceder, «se cebaron con los sectores más vulnerables de la población: la infancia y las mujeres».
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Lucía Palacios | Madrid
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