Es un nombre propio y mayúsculo del arte contemporáneo en España. Rosina Gómez Baeza (Gijón, 1941) fue la ideóloga, la madre, la inspiradora, creadora ... y primera directora de Laboral Centro de Arte y Creación Industrial. Ahora, en un no parar de trabajar de aquí y allí y atenta a lo que ocurre en el arte y en la política, mira con preocupación hacia Gijón, y muy especialmente el inmenso edificio de Cabueñes que con ella al frente se inauguró en 2007.
–¿Usted de jubilarse nada?
–Si te jubilas te anquilosas y a mí me entusiasma lo que hago y hago lo que quiero, lo que me apetece, sigo dando clases en la Carlos III, en la Complutense... Ahora estoy comisariando una exposición en Zaragoza, hago un foro en torno a la transformación digital de los museos con el Ayuntamiento de Málaga, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander, también dirijo por tercera vez un curso sobre la visiblidad del arte español...
–A usted que fue la ideóloga de Laboral, ¿qué sensación le produce lo que está pasando?
–Es una pena. Es desperdiciar una ocasión de oro. Es el primer centro y único aún... Nadie es ciego ni sordo, lo que está ocurriendo en el ámbito digital, tanto en producción artística, como en centros y museos, colecciones, salas de subastas, es que se abren a la creación digital, como medio, como soporte. Que se niegue la evidencia es triste. Para mí la injerencia de lo público en la cultura nos llevará a una decadencia total. Tenemos que propiciar el encuentro entre lo público y lo privado. En estos momentos los museos españoles están absolutamente sin recursos, amenazados por los poderes públicos, la gestion no es independiente. Hay injerencia, falta de medios y hay que ponerse al día con respecto a lo que ocurre con otros países de nuestro entorno.
–¿Tiene la sensación de que el centro va marcha atrás?
–Fuimos los primeros también en la colaboración privada a través de la fundación que se creó, que fue la segunda que yo dirigí, la primera fue la de Arco. Laboral fue un ejemplo de participación privada y ¿quién queda? Nadie. Han perdido esa iniciativa maravillosa que puso a Asturias en vanguardia absolutamente. Estamos hablando de principios de la década anterior, fuimos unos avanzados, Laboral fue el primer centro en propiciar el emprendimiento cultural y tecnológico. Una pena. Es muy doloroso.
–¿Qué ha pasado? Usted como madre de la criatura habrá estado pendiente...
–Me he mantenido y me han mantenido al margen, he observado desde lejos, nada más. Lo que creo es que no se ha entendido el proyecto ni se ha querido entender, no se entiende su potencial. El mundo digital no siempre se entiende. Hemos llegado a un momento en que todo es digital, pero en Asturias todavía no se ha asumido. Y hay grandes empresas tecnológicas, una gran universidad, pero la función del arte y la tecnología, el potencial que ofrecen, que es impresionante, no se aprecia. Es una pena que se abandone todo lo conseguido. Fue un referente. La UE ha apoyado Laboral durante años. Hay que conocer bien el mundo de las tendencias culturales y saber interpretar las necesidades de una sociedad.
–Y luego está el dinero, que ha decrecido de 3,8 millones de euros a uno y medio.
–Lo público y lo privado se tienen que unir. Como Laboral están todos, salvo el Reina, el Prado y el Guggenheim. Creo que si bien unos años atrás el arte y la cultura formaban parte de las estrategias de las entidades públicas, ya no es el caso. Pero en lo que concierne a Laboral sí es cierto que tienen que aprovechar la oportunidad que representa un entorno digital y tienen que favorecer la creación de un patronato con participación privada. Aunque no haya ley de mecenazgo.
–¿Cuál debe ser el papel Principado?
–Primero, respetar las reglas del juego en cuanto a la cultura y el arte. Los centros culturales y artísticos los dirigen profesionales. Deben respetar ese entorno y entonces respetaremos las decisiones políticas. Luego, fomentar la participación privada, evitar injerencias, y promover algo que quise yo hacer y no me dejaron: crear un espacio para el emprendimiento cultural en el ámbito digital.
–Explíquese.
–Lo que me dijeron en su momento en la Consejería es no se podía desarrollar ese tipo de actividad. Laboral podría alojar un 'hub' de empresas tecnológicas. Uno de los pabellones nunca se usó, el tamaño es excesivo en estos momentos y hay que utilizar esos espacios. Ese 'hub' podría aportar ingresos muy interesantes, pero es que además está en la esencia del proyecto.
–¿Y por qué no se hizo o se hace?
–No se dio ese paso de albergar empresas privadas porque decían que en un espacio público no se podría. Pero son empresas en proceso de constitución. Se habla ahora del videojuego. Yo tuve en Matadero un 'hub' de empresas de de videojuego de la mano de Sony. Y nosotros en Laboral hicimos la trilogía del videojuego. Es un ámbito de creación importantísimo. Se puede mantener el espacio expositivo más reducido, una sola nave quizá, y tratar también de buscar la parte formativa. Pero eso requiere el apoyo y confianza de los poderes públicos
–¿Y no lo tiene?
–No estoy allí. Estoy hablando de que no lo tiene por las acciones y las decisiones que han tomado.
–Dicen que el proyecto no se entiende. ¿Ustedes creen haberse explicado bien?
–A buen entendedor pocas palabras bastan. Hay que estar en el mundo, no te puedes mantener apartado de lo que está ocurriendo. Si vas a clase y te quedas al margen, puede ser culpa del profesor pero también tuya. Hay que estar al tanto, no puedes aislarte, hay que hacer pequeños esfuerzos para comprender los cambios que están experimentando el arte y la cultura de hoy, que son enormes. Una pieza de arte digital de Beeple se ha vendido por 69 millones de dólares. La creación artística, la científica y la técnica están evolucionando a golpe de ratón. Sí es cierto que quizá con Laboral llegamos demasiado pronto.
–¿Cómo se le quedó el cuerpo con la no renovación de Karin Ohlenschläger y Lucía García?
–Nos deja perplejos a todos. No es el único caso. Ha habido otros. Es una marea. No sabemos por qué esa injerencia política en tantos y tantos centros.
–¿Alguna idea?
–No sé. La cultura es muy influyente, es el 'soft power', mire Francia cómo la utiliza, Alemania, Inglaterra, Italia. EE UU. El arte español podría tener mucho más nombre del que tiene, pero no hay un deseo de analizar cuáles son los males que nos aquejan, y no hay deseo de colaborar y compartir público y privado. Hay desconfianza y no hay deseos de resolver
–¿Ve solución a Laboral?
–Insisto, el 'hub' para el emprendimiento tecnológico y crear un espacio para el videojuego. Pero yo no estoy en Asturias ahora, llevo casi un año sin ir. Pero si quieren abandonarlo, que lo cierren ya.
–¿Le da esa sensación?
–A mí me da pena. También es cierto que las cosas pueden cambiar. Sé que hay asociaciones que se están moviendo.
–¿Se ha sentido excluida del devenir del centro?
–Es natural, seguramente. En otros países siempre se cuenta con aquellos que han precedido como consultores. No ha sido así pero tampoco lo lamento. Insisto, me da pena porque no se ve la oportunidad de apoyar un centro para la experimentación digital y eso es un craso error. Laboral tenía un nombre, tenía un respeto, apoyo de la UE, del Ministerio, es muy doloroso lo que está ocurriendo.Si el Gobierno del Principado no lo apoya, difícilmente el Ministerio, otras entidades o grandes empresas, lo van a hacer. Tan solo funcionan los centros, lamentable o afortunadamente, que tienen expreso apoyo público. Fíjese el Bellas Artes en Bilbao, les han autorizado en plena pandemia la ampliación. El País Vasco es una maravilla en el ámbito cultural, porque lo tratan como una cuestión de identidad. Esas son las finezas que tenemos que entender en Asturias. Es cuestión de identidad, si la minería y la industria pesada ya no son posibles, vayamos a por la investigación, al cambio a la tecnología, al ámbito digital. Asturias necesita una política cultural inteligente y actual.
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