Muerte de dos hosteleros avilesinos en León

Carlos y Mari, una pareja «que se quería con locura», comprometida con la cultura y las causas sociales de Avilés

La muerte en un hotel de León de los propietarios del bar El Cafetón ha inundado de tristeza, dolor e impotencia a quienes conocían y querían a Carlos García Rubio y Maribel Alberti. Los focos y los titulares se los llevaba él, que no tenía pelos en la lengua y defendía sus ideales y creencias con vehemencia, pero Mari estaba siempre a su lado, remando en la misma dirección aunque con un perfil más moderado.

Se conocieron cuando ella trabajaba en La Riviella y, en coincidencia con el cierre de este bar, comenzó a trabajar en El Cafetón, en la calle del Sol de Avilés, que Carlos había abierto el 23 de marzo de 2001. En esta taberna de corte y estética folk tradicional, ella se encargaba de la cocina y él de la barra y de una intensa actividad cultural complementaria. Porque si bien en la segunda época en la calle de La Muralla bajó el ritmo de eventos, en la calle del Sol mantuvo un programa estable con charlas, exposiciones, conciertos y experimentos varios. Fueron los Alcuentros de El Cafetón y los que consolidaron la etiqueta del bar como un local comprometido socialmente, de izquierda, asturianista y defensor de la lucha obrera.

Carlos no se conformaba con pedir (que lo hacía si lo consideraba justo, como ocurrió por ejemplo en la pandemia), pero era atrevido y decidido. Suyo fue el impulso de organizar el Festival Sol Celta en la calle del Sol, en el que logró implicar a todos los hosteleros de la zona, y con el que logró dinamizar esa parte del casco histórico.

Poco antes de la pandemia, El Cafetón se trasladó a la calle de La Muralla, con terraza en el interior de la plaza Hermanos Orbón. No parecía que el local lograse repetir la atmósfera del anterior, en el que decoración y espíritu se fundían, pero Carlos y Mari lo consiguieron y contaron de nuevo con el respaldo de la clientela de siempre a la que se sumó mucha otra nueva.

Los problemas de visión de Mari la fueron alejando de este local que, de nuevo, trató de animar la zona con la organización de conciertos tanto en el interior como en el exterior, pero a raíz de las quejas vecinales por el ruido en la plaza cesaron en su intento. Eso fue en 2021, un año con luces y sombras porque por un lado todavía coleaban los efectos por las restricciones sanitarias, pero por otro tuvo la oportunidad de publicar un libro: 'El cobertizo'.

Editada por Orpheus Ediciones Clandestinas y prologada por Pablo Martínez Corral, la novela indaga en su árbol genealógico de 1572 hasta 1965 en un viaje del pasado al presente. Reconoció entonces que llevaba muchos años escribiendo, pero para sí mismo. Sin atreverse nunca a publicar.

Las obras de reforma de la plaza Hermanos Orbón fueron en 2022 otro jarro de agua fría no solo para él sino para todos los negocios del entorno. Más largas de lo previsto, Carlos volvió a manifestarse enérgicamente contra la planificación del trabajo en pleno verano. No se amedrentaba ante nadie y estaba acostumbrado a dar la cara. De hecho durante el confinamiento, él había sido una de las caras más visibles del movimiento SOS Hostelería, que reivindicaba ayudas al sector tras los cierres por el coronavirus.

El lunes los adjetivos se sucedían para loar a una pareja que «se quería con locura» y que unió sus destinos trágicamente. El compromiso social de ambos era lo más destacado y sus amigos recordaban con cariño y como ejemplo la campaña de recaudación que se estaba llevando a cabo en el bar para ayudar a las trabajadoras y sindicalistas de la pastelería La Suiza, condenadas a tres años y medios por coacciones graves y actos de hostigamiento al propietario del negocio ya cerrado, así como la significación contra el genocidio en Palestina. Esas fueron las últimas batallas de Carlos y Mari.

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