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BEATRIZ MUÑOZ
Domingo, 27 de marzo 2022, 00:59
Lo que tiene que tener claro un restaurador es que nosotros no podemos parar una alteración: sólo podemos ralentizarla», lo explica Noelia Fernández Calderón, arqueóloga y conservadora que trabaja en la recuperación de las esculturas del parque de El Muelle. Es este el punto de partida de una profesión un tanto invisibilizada, en el sentido de que la famosa máxima «menos es más» cobra una importancia fundamental en su trabajo. Es decir, se ha de notar que se ha llevado a cabo esa restauración, pero al mismo tiempo se tiene que actuar lo mínimo posible sobre la obra. «Hoy en día en los tratamientos de conservación y restauración lo que hacemos son mínimas intervenciones. Intentamos ralentizar todas las alteraciones que va a sufrir la obra por estar situada en el exterior, expuesta a todo el medio ambiente de Avilés, con toda la industrialización que tenemos, el tráfico...», apunta Fernández Calderón.
Desde hace aproximadamente un mes supervisa que los elementos escultóricos del parque de El Muelle no sufran ningún daño a causa de las obras de remodelación de la zona, además de «devolverle la estética» a todo este conjunto artístico. «Lo que estamos haciendo ahora mismo es la limpieza del pedestal de la escultura de Pedro Menéndez», detalla la restauradora. «Combinamos muchas veces la limpieza con tratamientos biocidas, porque esta obra tiene muchos árboles alrededor y muchas zonas ajardinadas y nos encontramos con bastante colonización, fundamentalmente de musgos, hongos y verdines». Precisamente, lo que más les llamó la atención del estado de la escultura de 'El Adelantado de La Florida' es que estaba completamente verde: «Le chorreaban las algas», comenta Fernández Calderón, añadiendo que lo que cubría a Pedro Menéndez «ya no era musgo, era verdín, algas terrestres. Eso sí, el resto se conserva muy bien, se nota que la restauración que se llevó a cabo en el año 2013 fue muy buena», destaca.
Por fortuna, la mayoría de las piezas escultóricas se encuentran en el mismo buen estado, aunque, según señala la conservadora, cada zona del parque está afectada por una alteración diferente: no es lo mismo la calle de La Muralla, donde resulta evidente la cercanía del tráfico, que la ubicación de los cañones que rodean a Pedro Menéndez. «En las esculturas cercanas a La Muralla había una capa negruzca que es de la polución de los hidrocarburos de la gasolina, mientras que, por ejemplo, las jardineras delante de La Ferrería, que se encuentran en una zona muy abierta, se habían visto afectadas por el viento», explica con todo detalle.
Después de las catas de limpieza, los siguientes pasos serán, por este orden: rejunteado de sillares, reintegración de los volúmenes, consolidación de la piedra, veladura para homogeneizar el color de las bases pétreas y finalmente, la hidrofugación. Y en el caso de las esculturas metálicas, tras eliminar la capa de protección, se procederá a echar una nueva capa que constaría de un pasivador, una imprimación y una pintura de protección final. Cuando se explica de una manera tan pormenorizada suena a que sólo hay que seguir el manual de instrucciones, pero afirma Fernández Calderón que esto no es así, ni muchísimo menos: «No tenemos manuales de restauración. Lo que tenemos son unos estudios previos que nos ayudan a pensar qué tipo de tratamientos y qué tipo de productos podemos utilizar en diferentes ambientes y en diferentes zonas de España».
Y es que el clima en el que se trabaje juega un papel fundamental. Y de nuevo incide Fernández Calderón en el factor meteorológico, en la contaminación y en cómo esto afecta a su desempeño laboral: «Estamos al lado de todos los factores de alteración posibles y de todos los agentes de deterioro posibles, y además estamos en Asturias, donde la humedad es nuestra enemiga, así que tenemos que acomodarnos al clima. La restauración en ambientes exteriores es muy dura, y más en el norte».
Se espera que en aproximadamente un mes, a finales de abril, el equipo de restauración finalice su trabajo. Y Pedro Menéndez podrá volver a mirar al infinito sin una capa de verdín encima.
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