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Ó. PANDIELLO
GIJÓN.
Jueves, 6 de septiembre 2018, 02:59
El historiador y crítico de arte Francisco Crabiffosse impartió ayer una conferencia en la antigua Escuela de Comercio de Gijón sobre Isabel II y su visita al Real Sitio, que tuvo lugar en 1858. Para Crabiffosse, su presencia en Covadonga supuso un antes y un después para la historia del lugar, que en octubre de 1777 había sido reducido a cenizas por un incendio. «La visita cierra una etapa esencial de la historia de Covadonga y abre otra nueva. Eso sí, no son ni mucho menos periodos brillantes para el santuario», explicó.
Aquella visita, cargada de simbología, formaba parte de un viaje más amplio por el Principado, que la llevo a Arnao, Avilés, Candás, Luanco y Gijón. Además, el entonces Príncipe de Asturias, Alfonso XII, se confirmó junto a la tumba del rey Pelayo. Por ello, la reina tomó la determinación de añadir el del rey astur «a la ya larga retahíla» de nombres de su heredero.
Especialmente importante para el santuario fue también el empuje de la aristocracia asturiana asentada en Madrid durante el reinado de Isabel II. «Se comprometieron decisivamente con sus paisanos y su tierra y lograron recuperar Covadonga como mito fundacional de la nación y, también, de la corona», destacó Crabiffosse. Políticos y dirigentes de la talla de Alejandro Mon y Pedro José Pidal fueron esenciales en esta tarea.
Isabel II pudo comprobar cómo tras las llamas se había restaurando una «tosca» iglesia que distaba mucho del colosal plan que el arquitecto Ventura Rodríguez había proyectado poco antes de su muerte. El rechazo de la Iglesia a este proyecto, a causa de la falta de dedicación a lo religioso, truncó aquella iniciativa.
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