PABLO SUÁREZ
Miércoles, 20 de febrero 2019, 03:07
La tensión se podía cortar con un cuchillo ayer en Belmonte de Pría. El pueblo, prácticamente vacío por estas fechas, amanecía con la detención de quienes, presuntamente, asesinaron a Javier Ardines hace poco más de seis meses. La sensación ayer se asemejaba mucho a la de aquel día. A la sorpresa por los acontecimientos se sumaba la consternación al descubrir que el presunto inductor del crimen, Pedro Nieva, no solo era familia de la víctima, sino también alguien muy conocido en la zona. «Es tremendo. Muy fuerte. Estaban siempre los dos juntos. Daban paseos, tomaban copas... No se separaban. Es increíble que la historia haya acabado de esta manera», apuntaban desde el bar donde inductor y víctima pasaban horas juntos.
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Por la cabeza de los vecinos pasaba constantemente la imagen de ambos caminando juntos por el pueblo. «Cada vez que Pedro venía a pasar unos días, Javier y él eran inseparables», comentaba otro de los vecinos, impresionado por la forma en la que Nieva habría, presuntamente, encargado el asesinato de Ardines. «Una cosa es calentarse un día y que se te vaya la mano y otra contratar a dos profesionales para que hagan algo así», reflexionaban en el bar, donde también se respiraba cierta inquietud, resto latente del miedo que paralizó al pueblo el pasado mes de agosto. «Aquí nos conocemos todos. Es algo que cuando ves en la televisión no te esperas que pueda pasar en el pueblo. Yo siempre pensé que esto había sido alguno al que le habían fastidiado desde el Ayuntamiento y que se quiso tomar la justicia por su parte. En mi vida pensaría que aquí pudiesen venir dos sicarios», decía otro.
Nadie quiere hablar en la parroquia de Pría y el que se aventura a hacerlo comparte sus conjeturas y sospechas bajo la condición de que no se publique su nombre. «Yo tenía claro que no tenía nada que ver con temas políticos. Nunca nos creímos esas hipótesis. Esto ya tenía pinta de ser algo más feo», consideraba otra vecina, quien insistía en el hecho de que las viviendas de ambos están prácticamente pegadas. «Vivían casa con casa. Siempre que Pedro venía a pasar un fin de semana estaban todo el día juntos por el pueblo. Eran muy amigos», asegura.
A medida que avanzaba la mañana y se iba ampliando la información del crimen, las televisiones y radios se convertían en el centro de las tertulias vecinales. «Yo la verdad es que no lo traté mucho, pero en cuanto salió aquello de que buscaban al sospechoso en el País Vasco lo tuve bastante claro. A mí siempre me dio la sensación de ser un tipo muy raro», explicaba otro de los vecinos del pueblo. «Por lo menos ahora nos queda la tranquilidad de saber lo que fue y que quienes lo mataron van a pagar por ello», replicaba otro, más reticente a hacer caso de los rumores que siempre circulan en poblaciones tan reducidas. «Ahora muchos dirán que se lo imaginaban. Aquí siempre hubo muchas conjeturas, pero casi todos pensábamos que era algo relacionado con la política. Tocaba temas muy delicados y no le tenía miedo a nadie», declaraba sobre una hipótesis que compartían la mayoría de los vecinos de quien fuera concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Llanes.
Frente al silencio de la mayoría del pueblo, un reducido grupo de vecinos se atrevían incluso a realizar un perfil del presunto inductor del crimen. «Tenía fama de ser muy celoso. Era algo que se comentaba bastante», aseguraba un hombre de mediana edad quien dice haber conocido bien a la familia. «En verano pasan por aquí centenares de miles de personas. Es normal que en un primer momento nadie pensase que podía ser alguien de la familia, pero según se fueron conociendo datos a todos nos va encajando la cosa», añadía.
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Lo que sí extrañó a muchos vecinos fue que Nieva, que visitaba frecuentemente el pueblo para pasar algún fin de semana, tan solo regresó una vez desde la muerte de Ardines. «Yo pensé que no había vuelto más, porque no se le volvió a ver. Ahora entendemos el porqué», reflexionaba en voz alta una vecina, que no esconde su incomodidad ante el hecho de que Belmonte de Pría vuelva a aparecer en todos los informativos. «Lo que espero es que dejen trabajar a la Guardia Civil y que esto acabe pronto. Para la familia imagino que estará siendo muy duro», reconocía.
Tras varios meses de aparente tranquilidad, el ruido de los coches, los flashes de las cámaras y las preguntas han vuelto a inundar el pueblo. Todo lleva a los vecinos a un mismo lugar. La mañana de aquel 16 de agosto en el que Belmonte dejó de ser un pueblo más de Llanes para convertirse en el epicentro de un crimen «de película».
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