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Con un urogallo en la 'cama' de extracción, el equipo científico se afana en la recogida de muestras.
Con un urogallo en la 'cama' de extracción, el equipo científico se afana en la recogida de muestras. O. Villa

El urogallo, testigo de alarma del cambio climático

El urogallo, en el límite de la extinción con menos de 190 ejemplares en Asturias, aporta a la ciencia desde Ladines datos clave

Octavio Villa

Gijón

Domingo, 30 de abril 2023, 20:51

Llegar al Centro de Cría en Cautividad del Urogallo de Ladines (Sobrescobio) es un poco una aventura y, si el día acompaña, una gozada. La parte más alta de la cuenca del Nalón exhibe allí su belleza de forma superlativa, pese a que la repetidamente quemada ladera sur del monte que une Soto de Agues, Villamorei y La Polina estropea un tanto el conjunto. La impresión es la de adentrarse en una naturaleza casi prístina, como la que en tiempos no tan lejanos acogía tal cantidad de urogallos que estos se convirtieron casi en una seña de identidad de Asturias, mientras que la relación de los habitantes del entorno rural con este animal cercano a lo totémico era mucho más natural. Aún quedan en los pueblos de montaña de Asturias algunos nonagenarios que recuerdan, de niños, haber comido urogallos y sus huevos.

Hoy, el urogallo es una especie que probablemente se encuentra en el límite de ser declarado extinguido en la práctica en Asturias, con una población estimada en 1982 en unos 600 ejemplares en dos poblaciones (oriental y occidental) de similar entidad (unos 300 ejemplares). En 2019, eran ya solo unos 190 ejemplares, con el agravante de que los machos prácticamente doblan el número de hembras y que la distribución territorial se limita al suroccidente. Desde 2009, el Centro de Cría en Cautividad de Ladines (Sobrescobio) pugna por reproducir ejemplares, si bien ese primer objetivo ya ha pasado a un segundo plano hace años. Las dificultades son muchas y crecientes, y el cambio climático no parece la menor de ellas.

  1. Proceso de recogida de muestras

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Masaje previo

El urogallo, tras comprobarse su estado, se sitúa en una 'cama' de aglomerado y mantas y se le masajea la zona geminal para favorecer la descarga seminal.

Recogida de semen

Con una cánula en la cloaca del ave se recoge la muestra de semen, de volumen mucho más reducido que el de aves de equivalente tamaño.

Muestras de sangre y plumas

Daniel Fernández y Ramón Balsera recogen sangre y plumas del animal antes de devolverle a su espacio. En total, poco más de tres minutos de interacción.

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El urogallo llegó a la Cordillera Cantábrica durante lo que se conoce como el último avance glacial del Cuaternario, una época en la que los bosques de esta zona eran de coníferas casi completamente. Hace unos 8.000 años esta situación varió, en aquel momento con una intervención mínima de los humanos y, ya desde entonces, el urogallo, una especie de carácter más boreal, ha ido resistiendo, adaptándose a esconderse en robledales y hayedos, pero perdiendo terreno paulatinamente. En el último siglo todo se ha desbocado.

Pero no solo ha sufrido el urogallo. Es un símbolo de una situación general, y también un síntoma. Lo explica la bióloga del Servicio de Vida Silvestre de la Consejería de Medio Rural Sara Vila en el Centro de Cría: «La falta de urogallos indica que algo va mal en todo el entorno natural, que algo está pasando, y que hay un problema de pérdida de biodiversidad que afecta a muchas otras especies de animales y plantas», entre las que el urogallo «destaca por su valor educacional».

Balsera, en la zona de 'voladero' habilitada para las crías que vayan a ser soltadas. O. VILLA

Esta semana, el Centro de Cría de Ladines recibió la visita de dos investigadores del CSIC-INIA (Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria), JuliánSantiago Moreno y Adolfo Toledano, que acuden al menos una vez al año a recoger muestras de semen, sangre y plumas de los seis machos reproductores que quedan en el centro, donde comparten con cinco hembras espacios muy controlados y aislados de la interacción con humanos. Moreno destaca el papel que el Centro de Cría ejerce ahora como parte de un conjunto de instalaciones (además de la asturiana, la recientemente inaugurada en León de Valsemana; el centro ubicado en los Pirineos y el de Polonia) para tener un conjunto de informaciones científicas que, en conjunto, pueden ayudar a conservar la especie y, también, a mantener «su vigor genético». En Asturias quedan pocos, muy pocos, pero, según Ramón Balsera, veterinario del centro de Ladines, «la endogamia aún no es preocupante». De momento.

El trabajo, con todo, va más allá. Explica Moreno que los urogallos asturianos son un perfecto «marcador biológico» de los efectos de la acción del hombre sobre el medio ambiente y del cambio climático. ¿Cómo? Moreno y Toledano trabajan con otras especies, como el oso panda («los que han nacido en Madrid son cosa nuestra») o el gato montés, si bien expresan que, «desde el punto de vista de la diversidad biológica, tan grave es lo que le puede pasar al urogallo como al gato montés... o a una especie de escarabajo o de planta». Son desequilibrios que se manifiestan por fases.

Moreno, Toledano y Tamargo examinan las muestras recién recogidas. O. Villa

«Y las células geminales son lo primero que sufre efectos claros en condiciones ambientales deletéreas, por excesos de frío o de calor, o por condiciones ambientales no habituales en una época». La expresión de esos cambios son muestras seminales con menor motilidad de los espermatozoides, que, por otra parte, van escaseando. Esa primera expresión de traducirá posteriormente en afecciones a otros órganos más o menos vitales. ¿Es que el exceso de calor es una afección directa? En parte sí, pero también es que el cambio climático está generando un entorno natural que puede ser hostil a una especie que, si bien muy oportunista en su alimentación en buena parte del año, también hay momentos en que depende de pocos tipos de plantas, como la arandanera, para la que «un cambio de 20 centímetros de nieve puede dejar al urogallo sin alimento» durante demasiado tiempo.

En cuanto a las hembras, ponen menos huevos y los que ponen tienen una tasa de viabilidad baja. Desde su inauguración, el centro de cría asturiano ha tenido en incubación 295 huevos, de los que llegaron al nacimiento 112, y con una tasa de supervivencia del 13%.

Cada paso del proceso se documenta minuciosamente. Moreno recibe una muestra de plasma seminal. O. V.
Imagen secundaria 1 - Cada paso del proceso se documenta minuciosamente. Moreno recibe una muestra de plasma seminal.
Imagen secundaria 2 - Cada paso del proceso se documenta minuciosamente. Moreno recibe una muestra de plasma seminal.

¿Un fracaso? Un aprendizaje, complejo y de muy largo plazo, que ha servido, entre otros aspectos, para que el Centro de Cría de Valsemana, inaugurado recientemente en el norte de León en plena colaboración entre los dos gobiernos regionales, se haya diseñado con criterios más adecuados. Más tamaño, pero también una adecuación más amplia a evitar los efectos de una improntación con los humanos que resten opciones de supervivencia a los ejemplares que se puedan acabar soltando al medio natural.

Moreno y Balsera coinciden en que esa colaboración entre Asturias y León puede ser un importante punto a favor del éxito del programa a largo plazo. Valsemana se nutre de la experiencia asturiana en cuanto «a los protocolos de trabajo, de recogida de muestras y de huevos silvestres, de incubación» y, en el fondo, ambos centros funcionan en buena medida como si fueran uno solo con dos sedes.

En todo caso, el futuro para el urogallo pinta difícil, pero no del todo imposible. Quedan recursos por aplicar que, explica Julián Santiago Moreno, «no creo que lleguen a hacer falta. Es posible que haya que acabar utilizando el material genético de urogallos boreales europeos, que siguen siendo la misma especie (tetrao urogallus) y hacer una hibridación y un retrocruzamiento que fortalezcan» a las siguientes generaciones, si bien considera que «no lo puedo descartar, pero creo que no va a hacer falta». Un poco de optimismo no va mal.

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