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LAURA MAYORDOMO / ELENA RODRÍGUEZ
OVIEDO.
Sábado, 27 de febrero 2021, 02:49
«¿Qué siento en estos momentos antes de la toma de posesión? Mucho miedo». Miedo y emoción. A partes iguales. Porque «el mayor honor que puede recibir un miembro de la comuniad universitaria es que sus compañeros le eligan para dirigirles durante los próximos cuatro ... años». El ya rector de la Universidad de Oviedo, Ignacio Villaverde, decía ayer que había sido en el momento de vestirse con el traje académico cuando «uno empieza a darse cuenta de que esto va en serio, que no hay vuelta atrás, que llegó el momento de cumplir con los compromisos y empezar a trabajar ya».
Esas mismas ganas de ver cómo pone en marcha su proyecto para la Universidad de Oviedo eran las que confesaban sus hijas, Nuria y Paula (de 15 y 24 años), su esposa, Marta, y su padre, Antonio, de 85, «el ejemplo de vida al que siempre he tratado de honrar», tal y como reconoció Villaverde en su discurso de toma de posesión. Un discurso que ellos escucharon «en primera línea» y con el que no pudieron evitar emocionarse. «Estamos muy orgullosos de él. Tendrá todo nuestro apoyo en este nuevo camino», prometían sus hijas, mientras su esposa daba por hecho que la asunción de estas nuevas responsabilidades no les robará más horas compartidas de las que sus obligaciones académicas o las que en los últimos años asumió como secretario del Consejo Social ya les robaba: «Es un trabajador nato». «No nos importa, mientras él sea feliz, nosotras también», añadía su hija pequeña.
Discreto en presencia y emociones, Antonio Villaverde no ocultaba la satisfacción de ver revestido como rector a su hijo, al que le deseaba «que tenga muchísima suerte y que logre todo lo que ansía, que no es poco».
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A ellos se unió el nuevo rector tras la ceremonia en la que recordó su primer día como estudiante de la Universidad hace cuarenta años y tuvo palabras de agradecimiento para sus compañeros de Derecho Constitucional Ignacio de Otto y Francisco Bastida, mentores de su tesis. En su corbata, el pasador que le regaló su abuelo materno, Julio, y que siempre le ha acompañado en momentos clave de su vida. «Incluso cuando me quité la corbata estuvo conmigo. Lo llevé en el bolsillo del pantalón».
Tras un rato con su equipo, regresó a Gijón para comer con su familia y volvió de nuevo a Oviedo para pasar por el despacho y empezar a planificar la próxima semana. Después acompañó al decano de Medicina, Alfonso López Muñiz, en la entrega de una distinción. Tras la jornada de ayer, que vivió «con nerviosismo, emoción y sentido del deber, porque pocas veces se vive algo así en la vida», el fin de semana lo pasará con los suyos y recuperará fuerzas. El lunes tendrá consejo rectoral y comenzará los contactos con los centros y departamentos.
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