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laura mayordomo | elena rodríguez
Viernes, 26 de febrero 2021
Tiene Ignacio Villaverde un difícil reto por delante:ser «el rector de la recuperación de Asturias». Fue el presidente del Principado, Adrián Barbón, quien ayer depositó en sus manos, y en la del nuevo equipo rectoral, una responsabilidad que el catedrático en Derecho ... Constitucional asume convencido: «La Universidad se la juega con Asturias y con el futuro de esta región», decía apenas unos minutos antes de que comenzara el acto formal de toma de posesión en el Paraninfo del Edificio Histórico, un ceremonial que las restricciones por la pandemia limitaron en asistentes pero no en simbolismo y solemnidad.
Fue el de Villaverde un discurso emotivo, sincero, en el que tendió puentes para aunar alianzas tanto dentro de la institución académica –«ningún apoyo va a sobrar en la tarea que nos espera y, si conseguimos sumarlos todos, saldremos adelante y lo haremos más fuertes»– como fuera de ella. Con el Principado –las referencias a la necesaria colaboración y cooperación entre Universidad y Gobierno regional fueron mutuas– y con la sociedad asturiana, de la que el nuevo rector confía sepa ver a la institución académica como «una garantía de futuro».
El compromiso está claro: «Facilitar un diálogo sincero y leal por el bien de nuestra sociedad». Hablaba Villaverde de construir en común «un futuro mejor para nuestros conciudadanos». Un objetivo al que Adrián Barbón también hizo mención en su discurso. Porque tiene claro el presidente autonómico que la Universidad debe participar «de pleno en la transformación económica y social que afronta nuestra comunidad» y que debe ser un «agente activo» del cambio.
Le prometió colaboración y le garantizó un respeto «total y absoluto» a la autonomía universitaria. «El Ejecutivo no va a injerir en los debates que debe dilucidar la propia institución, sea sobre titulaciones o equipamientos. Ejerceremos nuestra responsabilidad cuando nos toque. Sin rehuirla, pero sin interferir. Que quede claro desde el inicio de tu mandato», le dijo antes de instarle a trabajar para que la Universidad continúe mejorando su prestigio, aumentando las alianzas con el mundo empresarial y mejorando las especialidades formativas que demanda el mercado laboral.
Con campus distribuidos por Oviedo, Gijón y Mieres, Barbón reclamó al nuevo rector la misma vitalidad para todos ellos. En este sentido, quiso tener un guiño para con el campus de las cuencas. Pidió «potenciar, mimar y asegurar su futuro, su viabilidad».
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LAURA MAYORDOMO / ELENA RODRÍGUEZ
Fue el de Ignacio Villaverde también un discurso hilado con referencias a Roosevelt, Kennedy, Lincoln, Ortega, Giacometti o René Char y que concluyó con unos versos de Nacho González que le dieron pie a su sentencia final:«Hoy comenzamos un sueño».
Una etapa «decisiva», había dicho al principio de su intervención, nada más prometer el cargo de rector y haber firmado en el libro de tomas de posesión, con emoción a duras penas contenida, como la que le dominaba en su primer día como estudiante de Derecho hace casi cuarenta años. «El peso de la responsabilidad pesa sobre mis hombros», confesó en el Aula Clarín instantes antes de bajar al claustro del Edificio Histórico para dirigir sus pasos hacia el Paraninfo.
Una vez allí, ya luciendo los atributos de rector, se comprometía a «dar lo mejor de mí», a dedicarse a la institución «con todo mi esfuerzo y entrega», a cumplir con los compromisos y a «empezar a trabajar ya».
Lo hará, junto a su equipo, tras una transición que, insistió una vez más, ha sido «ejemplar». De la labor del rector saliente, Santiago García Granda, «no escucharán de mi boca ni ahora ni en el futuro un reproche. Todo lo contrario», dijo tras pedir a quien fue su oponente en las pasadas elecciones del 12 de febrero y a quienes le apoyaron «poder contar con sus aportaciones a la hora de encarar los retos venideros».
«Me voy con la satisfacción del deber cumplido. A otros proyectos, pero mirando siempre a la Universidad para hacerla más grande y que consiga sus metas», sentenciaba García Granda en su despedida tras 1.747 días como rector. Casi cinco años que «han sido para mí un privilegio» y que deja atrás con un sentimiento de «sosiego y serenidad» una vez superados esos «cinco minutos de decepción que no pude ocultar» tras saberse derrotado.
Le compensa con creces, dijo, ver a la Universidad de Oviedo situada «en sus cotas más altas» de reputación, haberla convertido en una institución «más abierta y transparente». A su sucesor en el cargo le deseó «fuerza y suerte» y le ofreció colaboración. «Le pido, si me quiere escuchar, que mantenga y preserve la autonomía universitaria como el valor por excelencia de nuestras instituciones académicas».
Dejó los agradecimientos para el final. Los hubo para su equipo, «un grupo joven que llegó sin ligaduras ni conexiones extrañas» y que se despide de la gestión universitaria como «una auténtica piña». Y los hubo también para los equipos de dirección de centros, departamentos e institutos, para el personal de administración y servicios, estudiantado, ayuntamientos y empresas y entidades colaboradoras. Incluso para sus maestras de escuela. Y para su pueblo. «Todo lo que soy se lo debo a Verdicio».
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