CLARA G. SANTOS
Miércoles, 9 de marzo 2022, 01:38
Además del violeta, en la marcha de las mujeres también hubo espacio para el azul y el amarillo. Fueron muchas las pancartas bicolor que tomaron las calles gijonesas en favor de Ucrania. «La situación en Europa del Este nos demuestra una vez más lo frágil ... que es la paz y lo rápido que podemos perder todos aquellos derechos que con frecuencia damos por sentado», explicó ayer Blanca Cañedo, gerente de la clínica Belladona y presidenta de la asociación Mar de Niebla. El de Blanca es el ejemplo de una feminista de largo recorrido que ha ido siguiendo con atención cada pequeño avance del movimiento. Nacida en época franquista, no dudó en alzar la voz por los derechos sexuales y reproductivos de la mujer. No fue hasta 1985 cuando se despenalizó el aborto.
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«Cuando miro hacia atrás siento una especie de vértigo, pero también mucho orgullo porque si hemos llegado hasta aquí ha sido precisamente luchando todas juntas», apuntaló Blanca Cañedo. Opinión que también compartió Paquita Montes, una jubilada que hace ya varias décadas se puso las gafas violetas. Para ella, los derechos femeninos son «irrenunciables» y le entristece pensar que aún sigue habiendo tantas mujeres asesinadas, acosadas y denostadas en todo el mundo. «Nuestra misión es empapar a las nuevas generaciones del espíritu de lucha para que en un futuro podamos vivir en una sociedad más justa y libre», sentenció.
Al tiempo que los cantares populares inundaban las calles, una cierta sensación de camaradería envolvía a las presentes. La psicóloga Celia Melcón fue una de las muchas jóvenes que ayer se dejó arropar por las voces femeninas. «El acoso callejero va más allá de casos aislados. No conozco a ninguna mujer que no haya sentido alguna vez profundo terror al volver sola a casa», recordó la joven.
La jubilada María Jesús Muela no compartió ayer el espíritu festivo de las batucadas y los bailes. Para ella, el asunto requería de una mayor seriedad teniendo en cuenta el lacerante recuerdo de las que ya no están. «La cantidad de mujeres que han muerto por violencia de género en España es desoladora. No podemos pasar de puntillas por ese dolor ni aceptar la impunidad de la violencia», advirtió María Jesús.
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Andrea Berrocal, delegada de la ONCE, también se sumó a la concentración de ayer. Lo hizo para reivindicar la doble mochila que soportan tantas otras en su misma situación. «Las mujeres con discapacidad sufrimos el doble de discriminación y las cifras de empleabilidad lo corroboran. Ya es hora de que se escuche también nuestra voz», apuntó.
La estudiante Lucía Fernández llegó desde Aviles para secundar una manifestación «más que necesaria». Ella, que ha tenido la experiencia de trabajar con varios colectivos, aboga por un feminismo inclusivo donde todas tengan cabida. «Durante mucho tiempo el foco del problema estuvo en el techo de cristal de la mujer blanca, pero ya va siendo hora de diversificar los discursos», explicó la joven.
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También hubo espacio para ellos en la marea violeta que ayer recorrió las calles del centro de Gijón. «La creencia de que el feminismo es equivalente al machismo se cura con más educación», advirtió Martín Pérez. Este profesor de instituto acudió a la concentración acompañando a CC.OO. y, aunque tuvo claro que «hoy el protagonismo no es nuestro», se mostró ufano de poder acompañar a sus compañeras en un día tan significado.
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