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AIDA COLLADO
GIJÓN.
Martes, 6 de febrero 2018, 03:48
Más que el estado de las vías, la eficiencia de las quitanieves de carretera y la pericia de los pilotos, el temporal puso a prueba la paciencia de los cientos de asturianos que ayer se vieron obligados a alterar sus planes, con más o menos ... consecuencias. Como casi siempre, el quid de la cuestión estuvo más en el cómo que en el qué. Eso, al menos, defendía José Manuel Pérez 'Pericles', desde el autobús en el que viajaba cerca de la medianoche rumbo a Pamplona, tras salir en Alvia a las ocho de la mañana desde la estación de Gijón. «Lo que más nos ha molestado es la falta de respeto. No nos explicaron nada, nos tuvieron sin necesidad esperando dentro del tren y ni siquiera nos invitaron a un bocadillo», lamenta aún en ruta.
Su tren fue uno de los que quedó atrapado buena parte de la mañana en Pola de Lena. Tras varias horas de espera, a las 14.15 se subieron junto a los pasajeros del Alvia a Madrid -que también acumuló un importantísimo retraso- a un tren que cruzó el puerto. Una vez en León, les tocó volver a esperar. «Estuvimos hora y cuarto encerrados en el tren para, luego, coger un autobús», se queja. Él y sus compañeros de viaje se echaron a la carretera «en un autocar sin baño», después de tanto tiempo, «sin poder coger ni un bocadillo o siquiera ir al servicio». Porque ese, protesta, fue otro de los errores de Renfe: «Además de no decirnos nada de la situación, solo nos dieron un botellín de agua a las doce, para un viaje que, en mi caso que voy a Pamplona, durará unas dieciséis horas».
'Suerte' parecida tuvieron los pasajeros del Alvia a Madrid de las seis de la tarde. En un principio se les dijo que el tren saldría con normalidad, aunque sería «un viaje lento y largo». Después, estuvieron dentro de los vagones pero sin salir de la estación durante hora y cuarto, hasta que finalmente se suspendió el viaje. Muchos hacían fila después para reclamar el importe de sus billetes. «Estamos como en los tiempos de Pelayo. No avanzamos nada», comenta resignada Carmen Argüelles mientras espera su turno. Ella iba a Madrid a trabajar: «Si se pudiera llegar en algo, iría, pero nadie asegura nada».
En las mismas se encontraba el ingeniero Joaquín García. «Tengo que anular el hotel, aunque supongo que perderé el dinero, y mañana tendría que asistir a una reunión a primera hora a la que no voy a llegar. Intentaré salir en el primer tren, pero me temo que la cosa va a estar igual».
Marta Guardado perderá una importante consulta en el Hospital La Paz, donde le iban a realizar un estudio médico hoy y mañana. Puede que pierda las pruebas y controles que había tenido que realizar. «Normalmente vamos en coche, pero con este tiempo pensamos que el tren era más seguro», lamenta.
El senador Vicente Álvarez Areces también sufrió los caprichos del temporal y su avión salió tres horas y media tarde. Por Barajas, donde estaba el origen del problema, apretaba el paso en busca de taxi, para «llegar al menos a parte» de la ponencia sobre el pacto educativo a la que debía asistir.
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