Clara VEGA
Domingo, 8 de agosto 2021, 01:46
Acudir una mañana a comprobar en qué estado se encuentran los frutales que uno tiene a apenas unos metros de su domicilio y ver que están destrozados o descubrir que una de las cabezas del ganado ha sido atacada se está convirtiendo en una costumbre ... para los ganaderos de la zona occidental de la Cordillera Cantábrica. Muchos de ellos aseguran que todos estos daños están siendo provocados por una sección de la población de osos de la zona, que está perdiendo el miedo a adentrarse en las zonas rurales. Jose Luis Fernández, residente en Zureda, en Lena, es uno de ellos.
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Fernández, jubilado de la mina y ganadero por vocación, asegura que en su zona hay un total de cinco osos diferentes que campan por el pueblo en cuanto se les presenta la oportunidad. «Hemos visto a una osa con dos crías y a dos ejemplares de oso, machos, más grandes. Estamos aburridos de encontrárnoslos», asegura. Sostiene que solo en su pueblo estos ejemplares reincidentes han causado estragos a todos los niveles.
«Mataron a una mastina que estaba recién parida. También a unos terneros y no dejan un cerezal en pie», relata. Pero el problema ya no está solo en que se ceben, nunca mejor dicho, con los frutales de los vecinos, sino que además cada día se adentran más en el pueblo, acercándose a las viviendas. «Es una cosa increíble. Mis árboles están en una finca a unos diez minutos y no queda uno. Osos siempre se han visto, pero tan cerca como ahora, nunca. Es exagerado que a las seis de la tarde se les vea entre las casas y hayan llegado hasta la iglesia, que está en pleno pueblo», añade Fernández.
Similar es la experiencia de Pedro González, vecino de Villager, en Cangas del Narcea. «Lo que tenemos ahora es miedo en el cuerpo. Vemos a los osos diariamente, y se nota que la población ha aumentado. Son muchísimos y, como no tendrán comida para todos, están empezando a matar al ganado para alimentarse. No acostumbraban a hacer eso, quizás alguno puntual, pero cada vez se da más repetidamente. Y ya no es solo eso, es que verles tan de seguido y tan cerca da auténtico pánico», explica González.
Parece que no es el único residente que está teniendo esta sensación en Cangas del Narcea. Ada Riesco, edil de Ganadería en el concejo, recoge las impresiones de todos sus vecinos y espera poder reunirse pronto con David Villar, director general del Medio Natural y Planificación Rural del Principado, para trasladarle este malestar general.
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Riesco asegura que, tras el suceso en que un oso dejó grave a una vecina tras toparse con él, los habitantes de Cangas tienen miedo. «Las personas mayores que antes salían a caminar por los paseos de alrededor del pueblo ya no lo están haciendo porque tienes ese miedo de encontrarte con un oso, tanto de día como de noche. Se les ve alrededor de Cangas, de Castrosin, que está aún más abajo, de Tebongo, del embalse de Pilotuerto... ¿A dónde vamos a llegar?», se pregunta la concejala.
Ada Riesco cree que la problemática ha traspasado fronteras, y que el conflicto mayor no se da con los animales, sino con los residentes de estas zonas rurales. «Ahora ya no solo pensamos en los animales, tenemos miedo por las personas. Porque cierto es que los animales son el sustento de mucha gente en Cangas, pero cuando temes por tu vida, cuando no sales a caminar porque sabes que te lo vas a encontrar... Ahí la historia cambia», afirma.
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Vincenzo Penteriani, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y responsable de la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad del CSIC y la Universidad de Oviedo cree que el aumento de la población y la falta de comida puede estar detrás de esta problemática.
«En una población de seguramente más de 300 individuos ya, que pueda haber diez osos que entran en los pueblos es un número prácticamente irrelevante. Ahora bien, es evidente que, al aumentar los osos, estos comportamientos son mas frecuentes. Si a esto se suma una escasez de alimentos en los montes, es más fácil que estos bajen a los frutales o colmenares de los pueblos», explica el experto.
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A pesar de tener en cuenta estos datos, Penteriani apuesta por el estudio de estos factores para saber qué es exactamente lo que sucede. Su equipo de investigación ha conseguido el apoyo de un proyecto del Plan Nacional del Ministerio de Ciencia y Tecnología, que prevé la captura y el radiomarcaje de osos en la cordillera.
«Comprendo el miedo que pueden sentir los habitantes de estas zonas, ya que el ataque en Cangas, sumado al aumento de los avistamientos, puede dar la impresión de que algo está pasando. Tenemos que estudiar si esto es un comportamiento puntual, que pueda suceder este año por la escasez de alimento, o si se repetirá en el tiempo. Es un problema complejo que hay que revisar anualmente», explica.
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