EUGENIA GARCÍA
PROAZA.
Domingo, 25 de agosto 2019, 02:56
Han pasado tres meses desde el accidente en el que Julio Martín, un ciclista segoviano de 60 años residente en Valladolid, perdió la vida después de que la valla en la que se había apoyado cediese propiciando su caída por un desnivel de ocho metros ... desde la Senda del Oso a la carretera AS-228, que une Trubia y el Puerto de Ventana. Han pasado esos meses pero el lugar donde ocurrió el fatal suceso continúa sin arreglar.
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El accidente se produjo en un tramo perteneciente al concejo de Proaza en el que durante el invierno hubo un argayo, que ya había sido retirado cuando ocurrió. Tras el mismo, se colocaron cintas advirtiendo del peligro, pero a finales de mayo aún no se había repuesto la barandilla y ahora, a punto de terminar agosto, donde antes había vallas todavía hay cintas de seguridad. Ciclistas y excursionistas pasan al lado de los numerosos desperfectos, algunos con precaución, otros, principalmente los procedentes de fuera de Asturias, ajenos a los accidentes que conmocionaron a la comunidad de los Valles del Oso. Porque apenas diez días después del fallecimiento del ciclista, Joel Arnoldus de Bruine, un senderista hispano-holandés de 45 años, sufrió un percance similar que casi tiene consecuencias funestas. Estuvo varios días en la UCI del HUCA y aún se recupera de los politraumatismos que sufrió a causa del accidente. No descarta emprender acciones legales.
A raíz de estos accidentes, la Fiscalía Superior del Principado de Asturias abrió una investigación sobre el estado de la senda, su señalización y las medidas de seguridad adoptadas por las administraciones. Las diligencias, según ha podido saber EL COMERCIO, continúan abiertas. Entre tanto, y a pesar de que alcaldes y empresarios de la zona mantuvieron varias reuniones en las que determinaron emprender acciones «urgentes» para arreglar la ruta y el propio Principado se comprometió a invertir en la mejora de su seguridad, lo cierto es que la ruta sigue como estaba. Se hicieron trabajos de desbroce, se retiró un argayo y se sustituyó parte del vallado perimetral -actuaciones ya previstas antes de los accidentes-, pero poco más. Basta dar un breve paseo por la senda para constatar que aún hay zonas muy críticas que requieren de una intervención.
Su mantenimiento dependía de la Mancomunidad de los Valles del Oso, formada por los concejos de Santo Adriano, Proaza, Teverga y Quirós, un ente que carece de presupuesto y actividad y está en vías de disolución, a la espera de solucionar las discrepancias de los cuatro municipios en materia de reparto de deuda y patrimonio. Por tanto, son los cuatro ayuntamientos los que deben asumir el cuidado de sus respectivos tramos de la senda. «El arreglo recae sobre unos municipios que no tienen capacidad presupuestaria», reconoce Jesús García, presidente de la Mancomunidad y alcalde de Proaza.
A este concejo corresponde el mayor tramo, de unos 17 kilómetros, entre el cercado de los osos hasta prácticamente el pantano de Valdemurio, mientras que tanto Quirós como Teverga se ocupan de sus respectivos ramales y Santo Adriano desde Oviedo hasta el límite con Proaza. «Pretendemos buscar una solución o convenio con el Principado, alguien nos tendrá que ayudar, pero de momento no hay nada concreto», indica. «En septiembre nos reuniremos para tratar de buscar soluciones. Estamos dispuestos a colaborar con vecinos y hosteleros en buscar la mejor solución, que tiene que pasar por una gestión integral de la senda».
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Los empresarios de la zona no están precisamente satisfechos con cómo se ha gestionado el asunto. Aseguran que las promesas que se hicieron no pasaron de eso, y exigen hechos. Porque a raíz de los siniestros, este ha sido uno de los peores veranos en años en cuanto a número de visitantes. «Calculo que tendremos un 30% menos», lamenta Astor García, propietario de BTT Valles del Oso. «Esta situación nos está causando un perjuicio enorme a todos: hosteleros, hoteleros y empresarios». Explica que, si normalmente trabajan en su empresa ocho personas, este verano «sobra con cuatro». «No nos explicamos cómo, tres meses después, podemos seguir así. Está siendo desastroso, sobre todo los meses de junio y julio, cuando viene el turismo regional».
García teme que septiembre y el otoño sean parecidos. «Ojalá me equivoque», añade. E insta a la gente a «no dejar de venir». Indica que la única solución para evitar que la senda y la actividad económica que genera mueran es «una actuación pensada en común».
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