«Se muere la hostelería, se muere Gijón y se muere Asturias»

Esta es la primera acción de una jornada marcada por las protestas de los hosteleros gijoneses. A las cinco llegará la segunda convocatoria del día, una manifestación desde la escalera cinco de San Lorenzo a la iglesia de San Pedro, donde varios hosteleros iniciaran un encierro para exigir una solución para el sector. En este sentido, incidieron en su desvinculación de la patronal OTEA e insistieron en que no van a cambiar su agenda de actividades «porque ellos hayan decidido hacer hoy una manifestación».

Los hosteleros de HCC aseguran sentirse «abandonados por las instituciones» que, dicen, los tratan «como a niños». Entre otras proclamas gritaron «¿dónde está doña Ana?», en alusión a la «ausencia» de alcaldesa de Gijón, Ana González. «Ya no pedimos que nos den dinero, por lo menos que se sienten a hablar con nosotros, que nos entiendan, que nos comprendan», claman.

Hosteleros Con conciencia exige la exoneración de gastos fijos como alquiler, luz, agua, internet y que «se cumplan los derechos de nuestros trabajadores, que en el anterior cierre tardaron demasiado en cobrar el ERTE».

Una vez más desde la plataforma ha reiterado que «no cuestionamos el cierre, pero no podemos seguir sin ayudas y pagando», afirmó el portavoz Felix. En cada punto del ruidos pasacalles reivindicativo leyeron un manifiesto. Sus proclamas y quejas repitiendo que «el Principado de Asturias no se merece que OTEA, hostelería y turismo en Asturias sea quien represente a todos los hosteleros. No podemos permitir que se amenace a toda una comunidad con abrir sus negocios sin tener en cuenta los datos sobre la epidemia. Ahí los tienen. Asturias está en nivel extremo», recalcaron.

Los representantes de Hostelería con Conciencia incidieron en que desde el primer día su posición «ha sido acatar las normas sanitarias impuestas por el Gobierno del Principado de Asturias». «No queremos abrir con estos datos, por mucho que a cierta prensa le moleste y trate de enfrentarnos con la opinión pública», han explicado.

Mientras atronaba el ruido de las cacerolas algunos hosteleros no podían contener las lágrimas. Es el caso de Ana María González Fombona, propietaria del café Bandana, de Severo Ochoa: «Se acabó, no podemos más, nos quedan 40 euros en el banco para comer después de pagar los impuestos», lamenta.