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Gabino Díaz Merchán saluda al padre Angel en una imagen de 2002. e. c.

«Siempre se le recordará como Gabino el bueno»

El Padre Ángel, presidente de Mensajeros de la Paz, destaca que Díaz Merchán «era uno de esos hombres que a todos nos hubiese gustado ser»

Miguel Rojo

Gijón

Martes, 14 de junio 2022, 22:10

El Padre Ángel decía esta tarde estar «profundamente apenado» ante la muerte de don Gabino Díaz Merchán. «Era mi pastor, mi papa, mi arzobispo. Todo lo que tenemos en Mensajeros de la Paz se lo debemos a él. Desde que nos conocemos, siempre acudió en nuestra ayuda. Hasta nos dio su pectoral y su anillo -lo más valioso para un arzobispo- para que lo subastásemos y sacar dinero para la organización». Recuerda el presidente de Mensajeros de la Paz que «llegó a pasar varias Nochebuenas con los niños en nuestras casas». Y también destacó cómo «cuando estaban refugiados los trabajadores en la Catedral les llevaba café y mantas». Por eso, y mucho más, contaba el sacerdote asturiano, «a mí se me saltaban las lágrimas cuando me contaba uno de sus sobrinos, con quien estoy muy unido, que acababa de fallecer. Quienes hemos vivido y convivido con él le tenemos un gran cariño, y ahora sentimos una gran tristeza porque se nos va un padre. Se esperaba, porque estaba malito y era muy mayor, pero la tristeza cuando se va un padre es inevitable, pocas veces he llorado tanto como hoy. Espero que la Santina de Covadonga nos esté preparando un sitio en el cielo, y a él especialmente».

Describe el Padre Ángel que don Gabino «es uno de esos hombres que a todos nos hubiese gustado ser. Le he visto llorar, sufrir, pero también sonreír cuando estaba con niños, cuando estaba con los pobres. Era un hombre de todos, no era ni de uno ni de otros. 'Lo que no sé es lo que Dios querrá', les decía a los políticos que le visitaban en tiempo electoral y le pedían que rezasen para que ganase su partido».

«Yo, personalmente, he aprendido de él a hablar con Dios, pero siempre a tener a los hombres muy presentes. Una vez me dijo: 'Hay que creer en Dios, pero hay que creer también en los hombres'. Él creía en los hombres. Don Gabino nunca preguntaba si creían o de qué religión eran. Ya antes de irse, todos decían de él que era el obispo bueno. En Oviedo le distinguían del alcalde al decirle Gabino el bueno, lo que no quiere decir que el alcalde fuese malo, solo que él era mejor. Es muy difícil oír a alguien hablar mal de él», continuaba casi sin poder evitar emocionarse.

«Me llamaba la atención que quería mucho a los curas que habían dejado de ser curas. Alguna vez me dijo: 'Ángel, el dejar de ser cura no es dejar de ser hombre. Hay que ayudarles'. Y les buscaba un trabajo para que pudiesen vivir dignamente. Sucedió con Ángel Silva, que empezó en Mensajeros de la Paz, y Gabino le buscó un puesto de trabajo cuando abandonó el sacerdocio. Recuerdo que, cuando venía a Madrid, viajaba en Metro. Así era él. Venía conduciendo y llegó a tener un accidente cerca de La Bañeza. Una de las primeras casas que tuvimos en Barajas, para niños con sida, se llama aún hoy la casa de Don Gabino. Para mí y para Mensajeros de la Paz era el padre amigo. Siempre me decía: 'Ángel, hay que ser más prudente'. Porque éramos curas muy jóvenes y nos lanzábamos. Pero nunca nos puso una mala cara ni nos echó una bronca. Al contrario. Si me veía triste, me acariciaba en la cara y me animaba. Como haría hoy».

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