Soraya Pérez
Oviedo.
Miércoles, 31 de enero 2024, 16:18
Ni era un tramo apto para menores ni tres monitores eran suficientes para garantizar la seguridad de un grupo de veinte personas. Esas son dos de las principales conclusiones que se desprenden de la declaración del perito Pablo Cascardo durante la tercera sesión del juicio por la muerte de una niña de 14 años en el río Cares ... el 3 de julio de 2020 en un descenso al río Cares.
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«El riesgo de atrapamiento en un río de aguas bravas está a la orden del día. Me parece que esa actividad de rafting con canoa no es apta para menores y mucho menos con veinte niños y solo tres monitores. Tenía que haber por lo menos cinco monitores, tres monitores es a todas luces insuficiente», dijo tajante el perito y técnico deportivo recreativo de aguas bravas, Pablo Cascardo. Y agregó: «Pienso que el tramo donde murió Ana se podía haber evitado porque hay un riesgo muy probable de vuelco. En ese punto podían haber pasado caminando con los niños por la orilla izquierda y luego continuar el descenso en canoa».
Asimismo, el perito reprochó que la empresa de turismo activo Canoe Adventure Trophy «tenía que haber contado con material de seguridad como chalecos con arnés, cuerdas de rescate y radios para comunicarse, pues era obvio que no había cobertura, y por supuesto tenía que haber monitores en el área de la roca donde murió la niña».
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Por otra parte, el también experto en navegación en aguas bravas indicó que «para hacer este tipo de actividades se requiere una titulación específica en técnico deportivo en aguas bravas. La titulación de piragüismo es una titulación inicial», refiriéndose a la titulación que posee el dueño de la empresa de turismo activo, acusado por la muerte de la menor.
Fue rotundo al afirmar que «aunque el cuerpo de la niña quedó atrapado entre dos rocas boca abajo, el rescate se tenía que haber intentado de todas formas de manera inmediata«. »Lo primero es intentar que respire, mi experiencia me dice que por muy difícil que sea un rescate, siempre hay que intentarlo», concluyó Pablo Cascardo.
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Pelayo G. era el responsable del campamento Castillo de Layor, en Comillas (Cantabria), que a su vez subcontrató por medio de un intermediario los servicios de la empresa de turismo activo, Canoe Aventure Trophy, propiedad de Jesús Madrazo. Para el primero, los padres de la niña exigen también tres años de prisión, siendo señalado sólo por la acusación particular, como el quinto implicado. Los abogados de los padres consideran que el responsable del campamento tmabién «es responsable» de lo ocurrido y piden para él tres años. Sin embargo, para cada uno de los monitores sólo piden un año.
Durante la sesión de este miércoles también declaró el intermediario en la contratación de la actividad de rafting en canoa entre el campamento y la empresa de turismo activo. «El campamento en ningún momento me pidió ningún documento acreditativo de la empresa de turismo activo. En todo momento se dio por sentado que los monitores de la empresa eran profesionales y estaban preparados para realizar la actividad», señaló. «Mi cliente es el Campamento Castillo de Layos y ellos me piden regularmente que les recomiende empresas de turismo activo para realizar actividades al aire libre con los niños. Mi función se limita exclusivamente a eso, luego el Campamento es quien decide a quién contratar», resaltó.
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Se sumaron a las declaraciones algunos jóvenes que habían contratado los servicios del campamento, tanto en el año del accidente (2020) como en años anteriores, y relataron su experiencia en el descenso del río Cares. «Nos advirtieron que había una roca donde la corriente estaba fuerte, pero igual fue inevitable chocar y que la canoa no volcara. Me golpeé la cabeza y quedé inconsciente por unos segundos en el agua, hasta que me rescató un monitor del campamento y me llevaron al hospital», contó Lucía S. G., quien estuvo en el campamento en el año 2018 cuando ya se hacía el rafting de canoas en el Cares.
La joven recordó que se lo manifestó al dueño del campamento. «Le transmití que casi me ahogó. No nos avisaron de que íbamos a realizar rafting, sabíamos que era un campamento de surf. Nada más. Es un río peligroso, muchas canoas volcaron. Se requiere mucha fuerza para remar», concluyó.
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Por último, Ignacio B. C., otro joven que se hospedó en el campamento durante el verano de 2020, explicó que «pasó de ser una actividad divertida a una actividad angustiosa». «Todos los niños caímos de las canoas durante el descenso. Salimos bastante asustados, lo comentamos todos los compañeros al final de la actividad. Ese día había tres monitores de la empresa de turismo activo. Del campamento no había ninguno. Nos dijeron que había una roca y que para pasarla se requería un poco más de fuerza y que pasáramos por el lado derecho. Sin embargo, me caí igualmente. Era muy difícil no caer en ese tramo. Un amigo me ayudó a sacar la canoa y salir del agua porque yo no podía y lo pasé fatal», indicó.
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