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El pasado 4 de diciembre, cuando cientos de gargantas celebraban la cultura sidrera asturiana como patrimonio inmaterial de la Humanidad al grito de '¡La ... sidra ye mundial!', al hostelero Olegario García Bernardo se le encendió un piloto en su mente siempre inquieta. Emprendedor vocacional y dueño de los restaurantes La Cerezal de Sotrondio y de Ribadesella, tiene un currículum de Guinness con sus 47 campeonatos de escanciadores y casi un récord similar en su otra gran afición, la del registro de marcas. Por eso, aquella tarde, tras escuchar aquella consigna unánime, él mismo relata a EL COMERCIO que: «Prestóme tanto esi eslogan, que a los pocos minutos taba llamando a la abogada que me lleva les patentes y a las once de la noche, ya estaba registráu». Es decir si alguna otra mente avispada tiene la idea de explotar comercialmente la frase 'La sidra ye mundial', debe saber que ya está patentada por este empresario sotrondino que afirma llevar nuestra bebida «en la sangre».
«Esa fue la razón, no quería que se nos adelantase un catalán, un vasco o un chino y a tomar pol sacu. No soy ningún ogro ni pensé: 'con esto voy a ganar tanto'. Simplemente no quería que nos lo quitasen», explica Olegario. El otro motivo que pone sobre la mesa: «Siempre tuve afición a patentar coses». Y como botón de muestra desgrana algunas de ellas. La más sonada, sin duda, la de 'Nunca Mais', la marca que registró para comercializar una botella de vino tinto tempranillo cuando se produjó el desastre del 'Prestige': «Salió en todos los telediarios. Y de lo que me arrepiento es de que El Corte Inglés me daba 20 millones por la patente y no lo cogí, porque tenía la idea de vendérselo a los gallegos. Luego se metió la política con el BNG y se fastidió la cosa», evoca. Otras iniciativas le salieron mejor, como las patentes 'Les piragües del Sella' o 'Canoes', con las que elabora en su propio obrador los productos de repostería de igual nombre. Y entre las más ingeniosas y exitosas: el 'Tortochopo', simbiosis culinaria de tortu de maíz con cachopu de ternera asturiana, con variantes de picadillo y vegetal.
Con su patente de 'La sidra ye mundial' asegura que le gustaría «ver si hay posibilidad de llegar a un acuerdo con alguien que si lo coge lo sepa mover, hay un filón tremendu: se pueden hacer camisetes, pegatines, vasos, botelles. A ver si hablando con la asociación de lagareros, con el ayuntamiento de Nava para el Museo de la Sidra o con el de Gijón para el récord de escanciado. ¡Menudu chollu sería para quien lo cogiese!», expresa, mientras tira la caña.
En cuanto al futuro de nuestra bebida regional, el veterano hostelero y campeón de echar sidra, cree que la declaración de la Unesco puede abrir el camino a cambios positivos: «Ahora también la gente de fuera va a exigir calidad y esa es la sidra que hay que hacer y pagarla, claro: si por un Rioja joven pagamos 12 euros y nadie protesta, ¿por qué no se va a pagar 8, 9 euros por una sidra que lo merezca? Y debería apostarse por la tradicional, también por la casera, puede crearse un tejido interesante por esi camín», opina este empresario, mundial, que es tan mundial como su patente.
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