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BELÉN G. HIDALGO
GRANDAS DE SALIME.
Lunes, 15 de junio 2020, 00:28
La tristeza y el silencio se apoderaron ayer de Grandas de Salime. La muerte de Pepe el Ferreiro enmudeció a la comarca por la que José María Naveiras Escanlar levantó la voz. A las puertas del Museo Etnográfico, el espacio que él mismo configuró pieza a pieza, se iban sumando las flores y cerca de un centenar de vecinos secundaban la llamada de la Asociación de Amigos del Museo Etnográfico para honrar con un minuto de silencio su figura.
Tras un sonoro aplauso, la presidenta del colectivo, Idima López, recordó la lucha de Pepe contra el desarraigo que amenazaba con dinamitar las raíces de la sociedad campesina. «Creyó en la dignidad de un territorio y de su gente. Creyó en nosotros mucho antes que nosotros mismos. Soñó un museo contra el olvido, contra el abandono del medio rural y el desprecio hacia sus formas de vida», expresó López. Lo hizo visiblemente emocionada al recordar los inicios de un proyecto que tuvo que vencer a «la indiferencia y la chanza» y que, pese a haberse convertido en un hito de la etnografía nacional, «quedó lejos de lo que Pepe había soñado». Hoy alberga cerca de 20.000 piezas en 3.000 metros cuadrados.
«El mejor homenaje a Pepe es no renunciar a las razones que le llevaron a crear este museo y mantener esta reunión de la comarca en torno a su patrimonio. El que él luchó. El museo seguirá siendo vuestro», dijo a los allí presentes -algunos con boina y camiseta con la imagen de Pepe-, la directora del museo, Susana Hevia, que ensalzó su influencia en la cultura asturiana.
Entre el público se hallaba Rosa Monjardín, grandalesa y amiga de «un gran etnógrafo que se creó a sí mismo». «Pepe ya hablaba de la España vaciada en los 70 y estaba orgulloso de sus raíces cuando todo el mundo las despreciaba». Era, en palabras de Marcos Niño, en representación del Museo Comarcal de A Fonsagrada, «un ser único». Desde Pesoz llegó Alejandro Mesa, que no dudó en afirmar que Pepe «lo fue todo para la comarca. Vivió por ella». Quien no se dejó ver en el homenaje fue el regidor grandalés, Eustaquio Revilla.
Por último, la presidenta de la asociación, con 200 socios de hasta tres generaciones, anticipó que sería «justo» que este espacio llevase el nombre de su creador. «Pepe se va, pero nos queda su obra. Nos deja un reto muy grande: mantener su compromiso y conservar su legado. Seguirá vivo en este museo; su museo».
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