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ANDREA ARRUÑADA
GRANDAS DE SALIME.
Domingo, 14 de junio 2020, 00:41
José María Naveiras Escanlar, conocido como Pepe el Ferreiro, falleció ayer a los 78 años víctima de una larga enfermedad. Natural de Grandas de Salime, fue una figura imprescindible en el reconocimiento de la cultura popular asturiana y de las alas. En 1984 fundó el Museo Etnográfico grandalés, del que fue director hasta su destitución en 2010, lo que abrió una brecha entre partidarios y detractores que una década después no termina de cerrarse.
La decisión de su relevo al frente del museo provocó una contestación social sin precedentes en el occidente, incluso llegó a constituirse una asociación bautizada como 'Plataforma de apoyo a Pepe El Ferreiro' que tomó las calles. El Principado, a través del Consorcio para la Gestión del Museo, argumentó entonces que El Ferreiro «incumplía sus funciones y se extralimitaba en las mismas». Los tribunales fallaron después a su favor: «despido improcedente».
Con su característica boina y barba, siempre estuvo vinculado a los grandes proyectos culturales de la comarca. En 1977 acompañado de dos amigos descubrió los primeros restos del Chao Samartín, el castro más importante del noreste peninsular. También participó en movimientos para recuperar la fala y puso en la agenda la despoblación en el medio rural antes que nadie.
En los últimos tiempos, como él mismo señaló en una entrevista a EL COMERCIO en 2017, se dedicaba a la escritura. «Tengo un blog que lo hago todo a bolígrafo y luego me lo pasa al ordenador mi nuera», relataba. La última reseña publicada allí hace dos años fue un artículo de Arturo Pérez Reverte titulado 'Permitidme tutearos, imbéciles'.
Su muerte ha provocado gran conmoción en Grandas. Quienes lo conocían lo definen como una persona «incómoda para los políticos», de «fuerte temperamento», pero «entrañable» con los suyos.
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«Fue el padrino de mi boda, como un segundo padre para mí. Mi admiración es absoluta, todavía podía haber dado mucho», señala con apenas un hilo de voz, Idima López, íntima amiga para quien su «espíritu estará para siempre» en el museo al que dio la vida. «Se merece llevar su nombre». También de su círculo de 'imprescindibles, Rosa Monjardín, que lo recuerda como «una enciclopedia andante». «Si me estuviese escuchando le diría: ¡Gracias por esta maravilla, Pepe, nunca podremos devolverte todo lo que nos has dado! Él puso en el mapa a toda una comarca que estaba desprestigiada». Hace unos días le visitó en su domicilio por última vez, «entre dudas» por su delicado estado de salud. Ahora, se alegra de haberlo hecho. «Deja un gran vacío».
«Poco se puede decir, era peculiar, tenía un ímpetu y un espíritu de trabajo sin precedentes. Eso le trajo muchos problemas», comenta Rubén Montes, vicepresidente de la Asociación de Amigos del Museo. Ayer, en Grandas se repetía una frase: 'Gracias, Pepe'. Para el resto, como él diría, 'haxa salú'.
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