Las calles de la villa de Cangas del Narcea van recuperando el pulso. La primera mañana de la fase 1 deja vías transitadas y escaparates que despiertan del letargo con prudencia y extremando precauciones para evitar el contagio del coronavirus. A la entrada de los negocios, los clientes se tropiezan con mensajes que ruegan respeten su turno y los geles, mascarillas y guantes forman parte del mobiliario de los mostradores de la gran mayoría. Pero si de algo había ganas en la villa era de terrazas. Si bien la gran mayoría de negocios espera que se flexibilice el aforo, algunos han dado el paso. «Tenía muchas ganas de comenzar a trabajar», confiesa Nicoleta Colalc, que regenta el bar próximo a la estación de autobuses. Las seis mesas que le permite la normativa estaban dispuestas en la terraza. «Es mejor esto que estar parados. A ver cómo funciona el asunto», apunta la hostelera canguesa sin desprenderse de la mascarilla.
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En la calle Mayor de la villa el trajín de las compras diarias este lunes convivía tras casi dos meses con algunos camareros que servían las primeras mesas de esta nueva era. En la cafetería Isclo, Carmen López tira de gel para desinfectar sus manos antes de disfrutar del café de la mañana tras salir de trabajar. «Las terrazas dan vida al pueblo. Había muchas ganas de café, eso sí, sigo tomando todas las precauciones», señala esta canguesa. Detrás de la barra atiende Manuel Rodríguez, con guantes y mascarilla, con el gel a mano y la máxima prudencia. «Por ahora abrimos solo por la mañana», explica, sin atreverse a concretar cuándo ampliará horario y cómo podrá ir reincorporando al personal. «Nos permitirá, como mucho, cubrir gastos. No ganaremos nada y si tenemos que contar con todo el personal resulta totalmente inviable», argumenta el hostelero.
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A tres kilómetros de la villa también comienzan a montarse las terrazas de algunos locales entre el recinto ferial de la Imera y la localidad de Limés. José Álvarez regenta el hotel-restaurante La Casilla, un complejo hotelero que puso a disposición del personal sanitario y trata de retomar su actividad. Hasta 14 sanitarios se alojaron en sus habitaciones. Ahora mide sus terrazas para colocar las mesas y prepara todo el material para que tanto el personal como los clientes sean diligentes con las medidas higiénico-sanitarias. «Lo importante es que nadie se ponga enfermo. El resto se arreglará como se pueda», afirma. Su negocio se ha visto obligado a aplazar bodas y otros eventos y esperan directrices más concretas para el servicio de comedor con cierta incertidumbre. «Cantaremos las cartas. Los platos tendrán que salir directamente desde la cocina y de forma individual. Será todo deshechable», comenta sin dejar de limpiar la terraza que tiene en la zona ajardinada. El hotel ya tiene reservas desde primera hora y eso fue lo que hizo a este hostelero abrir también la terraza. «Si se alojan aquí no los podemos dejar tirados», subraya. Sin embargo, Álvarez no considera que esta fase permite al negocio un gran alivio. Su plantilla la integran nueve empleados, que refuerza con trabajadores extra cuando precisa. Todos están sometidos a un ERTE. «No será rentable ni a final de año. La gente tiene miedo. Vamos a probar e intentaremos reincorporar al personal, que también tiene miedo», concluye.
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