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iván avello
Domingo, 23 de agosto 2015, 08:42
Bajo un cielo por momentos encapotado y con los restos de la víspera a lo largo y ancho de la villa, San Timoteo bendijo ayer a las miles de personas que peregrinaron hasta el campo de la fiesta por excelencia de los luarqueses. Ataviados con los típicos chambrones, confeccionados con todo tipo de estampados y de todos los colores, y con la T de pan al cuello, los timoteínos enarbolaron el bastón al son de las gaitas y tambores para celebrar el 105 cumpleaños de la celebración.
El sonido de las campanas del santuario, poco después de las 13 horas, anunciaba la inminente salida del patrón. A partir de ahí, un batiburrillo de voces entonaron al unísono las canciones más típicas de la celebración, desde el Cumpleaños feliz al himno de la fiesta y, cómo no, el Ven a Luarca, con cuyos últimos acordes el santo fue devuelto al interior de la capilla. Y después, ríos de sidra comenzaron a correr por todo el campo.
Entre tantos chambrones de colores, orejas de Minie galáctico-luminosas y algún que otro «atención atención, que te toca otro dron», numerosas personas llegadas desde diferentes puntos de la geografía fueron partícipes de una fiesta única, como Carmen Mata, madrileña de nacimiento y «luarquesa de corazón». «Llevo diez años viniendo y para mí es un día marcado en rojo en el calendario», explica emocionada. Como también lo estaban las valdesanas Ana Fernández y Covi Benegasi, que coincidían al señalar que «lo mejor de esta fiesta es poder encontrar año tras año «gente que solo ves en un día así» y que, añaden, «permite disfrutar de un entorno precioso y de una compañía inmejorable».
Con la llegada de la noche, cuando la fiesta comenzaba a hacer mella, la lluvia hizo su aparición a lo grande, obligando a recoger apresuradamente antes de ir hacia el parque del Ayuntamiento, donde se celebró la última verbena de este año. Pero antes, cientos de cubos de agua les esperaban en los balcones de las calles más transitadas de la villa marinera. Al final, algunos cansados. Otros, apenados. Y todos, preparados para celebrar de nuevo la fiesta, ya que, al fin y al cabo, solo quedan 365 días «pa laño que vien».
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