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Asturias despidió ayer al pastor de origen manchego que se ocupó de la diócesis de Oviedo durante más de tres décadas y cuyo papel fue clave en la Transición política, por ser hombre de consenso, pero también a la hora de resolver conflictos laborales, ... por su compromiso con la clase trabajadora y los movimientos sociales. La figura de Gabino Díaz Merchán fue reconocida y ensalzada por representantes eclesiásticos, políticos y agentes sociales desde que, el pasado martes, falleciera a la edad de 96 años. Sus exequias en la mañana de ayer en la Catedral de Oviedo, presididas por monseñor Jesús Sanz Montes, no fueron más que una continuidad de ese reconocimiento público y agradecimiento ante «alguien grande, cuya cercanía nos ha hecho a todos un poco más buenos y mejores», tal y como señaló en su homilía el actual arzobispo de Oviedo. Quiso además utilizar durante su discurso una parábola agrícola para referirse a Merchán como una «semilla buena» que creció bajo el «sol de Toledo» y cuya biografía acabó escribiéndose en Asturias, de donde es Hijo Adoptivo y donde vivió hasta su último día. «Fue larga la sementera, sí, y la semilla ha tenido frutos hermosos que han dejado huella en nuestras vidas», concluyó Sanz Montes, quien hizo una amplia semblanza de su figura con especial énfasis en la relación personal que les unía, hasta el punto de asegurar que había sido para él como «ese hermano mayor que nunca tuve».
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Sanz Montes rememoró varias anécdotas compartidas y también su último encuentro con Díaz Merchán. «Me pidió la absolución de sus pecados, cosa que hice entrecortado por la emoción y el momento. Y tras darme las gracias varias veces, luego me pidió un caldo», relató, poniendo en valor su «gesto de humanidad».
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La solemne ceremonia comenzó con la entrada del féretro por la puerta principal de la Catedral de Oviedo mientras la Schola Cantorum interpretaba el 'Requiem' de L. Perosi. Llegaba en procesión, seguido de tres de sus sobrinos, desde la capilla del Rey Casto, donde había permanecido durante la noche. En el templo aguardaban medio centenar de sacerdotes principalmente de la diócesis y una decena de prelados llegados de diferentes puntos de España, entre ellos Carlos Osoro, vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española. También un millar de feligreses que quisieron despedirse personalmente del arzobispo emérito, entre los que se encontraba una amplia representación política, social y militar, encabezada por el presidente del Principado, Adrián Barbón, quien previamente había saludado uno a uno a los familiares del difunto prelado.
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Sobre el féretro permanecieron durante toda la ceremonia el báculo, el Evangelio y una casulla sacerdotal de color morado. El mismo color que lucían en sus vestimentas los sacerdotes concelebrantes en señal de duelo y despedida. Después de la liturgia de la Eucaristía, la decena de obispos y arzobispos que participaron en la ceremonia rodearon el féretro frente al altar para rendir el último adiós a Díaz Merchán y, como parte del rito, Sanz Montes dio la vuelta en torno al ataud para rociarlo con agua bendita como recuerdo al Bautismo para, luego, tras una segunda vuelta, perfumarlo con incienso. Fue quizá el momento más emotivo, previo a la procesión que llevó el cuerpo de Díaz Merchán hasta la capilla de Nuestra Señora de Covadonga, donde fue enterrado en intimidad por expreso deseo de su familia. Luis Romero, viudo de su hermana, no dudo en acercarse antes a la caja en la que descansaba su cuñado para besarla con la mano ante la mirada emocionada del resto de la familia, que seguía la ceremonia desde el primer banco. Sonaban entonces los acordes del 'Himno a Covadonga'. Los mismos que se escucharon en la Santa Cueva el 20 de septiembre de 1969, cuando quien es considerado el arzobispo más querido de Asturias celebró su primera misa como tal.
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